martes, febrero 04, 2014

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A veces no nos piden las cosas, pero ni falta que hace. Por ejemplo la opinión y, sin embargo, va uno y la suelta igual. O por ejemplo, cuáles discos nos han sorprendido o maravillado últimamente. Así que sin nadie habérmelo pedido, de pronto me encuentro evocando algunos discos que me han agradado hondamente digamos, de los dos miles para acá. Discos que me han llenado aparte de la emoción, de esperanza en que en estos cochinos tiempos que corren, aún hay quien hace muy buena música.

Pienso por ejemplo en Cole's Corner de Richard Hawley (2005). Qué disco más encantador, y qué buena compañía que fue en mi peor periodo en Buenos Aires, el más doloroso y desolado. Tonight y The Ocean pelean fuertemente en mi corazón por ganar el lugar de honor. Pero es de esos discos que casi logran no tener momentos intrascendentes, que son un verdadero gozo de principio a fin.









Folkloric Feel de Apostle of Hustle (2004). Otro disco que termina tan bien como empieza. Que si la evocación cubana, que si el uso del tres, que si las hilachas, la cosa es que casi todas las canciones del disco me gustan, pero la que da título al disco, es la que más me place, y, de hecho, fue la primera que escuché de ellos.







 


Satanic Panic in the Attic de Of Montreal     (2004). Disco divertido si los hay. Divertido, ingenioso, jubiloso. Es uno de mis grupos preferidos de todos los salidos de Elephant Six. Con salpicones de Beach Boys por aquí y algo de psicodelia por allá, tornan las horas gratas.
                                                                                             






 

Sunshine Hit Me, de A Band of Bees (2002). Algún olvidado motivo me llevó a escuchar una pieza de este disco: Zia. No tenía ni la más remota idea de qué tipo de música tocaban estos muchachos, y Zia no fue de mucha ayuda para orientarme. Pero la pieza me encantó. Después escuché otra del disco y nada tenía que ver con la otra y cuando por fin escuché el disco completo y todas eran diferentes entre sí, declaré mi devoción por ellos.








Waltz for Koop, de Koop (2001). Qué se puede decir de este dúo sueco que no termine siendo meramente aproximativo. Finura, delicadeza absoluta, paciencia para ensamblar toda su música, lo cual les lleva varios años para poder completar, haciendo labor de artesanos. Nada, absolutamente nada le sobra ni le falta a este disco, es la excelencia pura (aunque lo mismo sucedió con su segundo disco).





 
 Whole Numbers Play the Basics, de Casino Versus Japan (2002). A alguien le dije que la primera pieza de este disco, "Single variation of two", debía ser puesta en mi entierro. Centenares de moléculas esparciéndose por el aire, eso es lo que pienso cuando la escucho.  Los asnos de Pitchfork calificaron (con esa manía pre-escolar de poner estrellitas y calificaciones a las cosas) este disco con un 3; que Dios los perdone por todas las estupideces que publican. Tras Casino, hay solo un hombre: Erik Kowalski, por lo cual, para mí, lo que hace son soliloquios metafísicos, para reflexionar sobre el Tiempo, sobre lo que no ha sido ni será, o sobre lo que hay más allá de nuestra vista.

 
Two Way Monologue, de Sondre Lerche (2004). Creo que Sondre es uno de los grandes compositores de los dos miles. Es fervoroso de Paddy McAloon y de Andy Partridge, así que norteado no anda.  La canción que da título al disco, es de esas que no dejan de gustar, de esas que no se agotan.







 

Merryweather Post Pavilion, de Animal Collective (2009). Los conocía de nombre, de mención y rumor y, sin haberlos escuchado, no me atraían. Luego se me cruzó el video de My Girls y tan solo que por no dejar, decidí verlo. Ahí mismo nació una pasión. Es mi grupo predilecto de los dos miles, es mi punto débil, mi talón de Aquiles, mi roncito de los viernes, mi Rioja de los sábados y mi barbacha de los domingos.



 




Can Cladders, de The High Llamas (2007). Con Bacaroo sería más que suficiente para que uno aceptara gustoso este disco como uno muy bueno. Pero la cosa no para ahí, porque resulta que todo el disco se va hilando muy fino y resulta ser excepcional, de esos discos para disfrutarse con bata de seda, gazné y un old fashioned.






 


Motifs, de Paris Combo (2005). Sin quitarse el gazné por favor. Estos muchachos tienen 5 discos de estudio y, lo juro, son mínimas las canciones maletas que puede uno encontrar; se nota que son muchachos inspirados y con una muy clara idea de lo que quieren y pueden. Mezclan con sabiduría el jazz, la chanson, el cabaret, lo gitano, lo sutano y lo mengano.









Fast Asleep, de Funki Porcini (2002). Detrás de esto también hay un solo hombre: James Braddell. También hace soliloquios. También desencadena torrentes pero de sensaciones, de emociones; eso: Funki es emotivo y Casino es reflexivo. Ambos me sirven para divagar sobre el lenguaje, sobre lo trágicamente impotente que es, sobre cómo siempre se le tuercen los pies a las palabras antes de llegar a aquello que quieren describir, y terminan siendo solo prismáticos para ver de lejos.



 

Hot Tropics, de The Growlers (2010). Lo primero que me atrajo de ellos fue la portada de este disco, tiene algo, no sé, pero algo misterioso. Cuando lo escuché la música también me pareció misteriosa, quizás por el efecto que le ponen a la voz de Brooks Nielsen, quizás porque su voz me suena a drug dealer que por las tardes vende botas de piel de víbora en Phoenix. Pero su forma de cantar me encanta, y la música que hacen, a caballo entre surf, country, rock n' roll, ni se diga. Me hacen pensar en escenas oscuras de David Lynch.






For Distant Viewing, de Little Tybee (2013). Un poco de folk nunca viene mal. Canciones muy bien construidas, con giros, callejones sin salida, variaciones, silencios que anteceden las vueltas de tortilla. Creo que Castle es la mejor del disco.











Podría seguir obviamente, pero tampoco es cosa de largar todo aquello de lo que uno gusta y que a cualquier otra persona le es completamente indiferente. Me quedé con las ganas de anotar el disco de The Ghost of a Saber Tooth Tiger, no solo porque me gusta, sino porque me iba a dar pie a los sarcasmos sobre John Lennon. Pero bien lo puedo hacer en otro momento.