domingo, julio 18, 2010

Sobre cómo aburrir

Bueno, la vida siempre ofrece varios ángulos de percepción. Dependerá de la capacidad de cada uno para diversificar sus puntos de vista/

pienso, por pensar en un simple ejemplo del vasto número de ejemplos que se pueden citar, en la Divina Comedia. Quiso un oscuro hilo conductor que guía todas las cosas que hacemos que llegara a dos libros, en el mismo día, que hablan sobre la Divina Comedia desde dos perspectivas muy diferentes. Uno es "El esoterismo de Dante", de René Guenón, y el otro "Coloquio sobre Dante", de Ósip Mandelstam. El primero busca desentrañar el contenido esotérico de la obra, partiendo de la premisa de que el propio Dante advierte que su libro puede ser interpretado de cuatro formas. Para Guénon la esotérica es la cuarta, y encuentra un entramado vinculado a los Rosacruces y los Templarios. Dado que desde los 80's se puso de moda el tema de los Templarios y tiene su culmen con el advenedizo Dan Brown, se podría pensar que el libro de Guenón calza en el mismo molde, pero no confundir el interesante estudio de Guénon con las pretensiosas elucubraciones que pululan por doquier actualmente. El libro de Mandelstam se concentra en el aspecto estrictamente poético del libro, en su sonoridad, en el ardiente deseo sensual por la rima de los viejos italianos. Al igual que Bachelard, Mandelstam posee tal veta poética, que termina escribiendo poéticamente sobre la poesía; ambos escriben bellamente sobre las bellezas de la lengua. No cualquier libro suscita lecturas múltiples. Uno puede leer la conferencia de Borges sobre la Divina Comedia y encontrará otros aspectos, de hecho, el mismo Borges se refiere a la idea de Escoto Erígena sobre las sagradas escrituras y de cómo ofrecen infinitas interpretaciones, como el plumaje tornasolado de un pavo real. La vida es así, la vida es espejo de la gran literatura, o viceversa, y ambas reflejan exactamente lo que la otra es.

Sin embargo a veces pareciera que todo es más sencillo, que todo tiene una simpleza diáfana y evidente. Pienso entonces en el Guardador de Rebaños, de Fernando Pessoa/Alberto Caeiro. La única metafísica es que no hay metafísica alguna, todo es lo que es sin pretender ir más allá de lo que se muestra, sin escatologías ni capas de interpretación. Y yo termino como badajo percutiendo en una y en otra, dependiendo de mi ánimo. En esa maravillosa novela que es "El hombre que era jueves", Chesterton dice por boca de Syme que ha descubierto el secreto del universo, y es el hecho de que siempre vemos la espalda de todo, de que nos falta siempre por descubrir la cara. La maestra literatura de Chesterton está plagada de espaldas a las que diestramente va volteando para verles la cara. Así que se opone la postura Caeiro/Chesterton. ¿A cuál atender? ¿Cuál es la que verdaderamente nos muestra la trama de la vida?

Alguna vez, charlando con cierta persona, iba yo a comentarle todo esto. Empecé diciendo "Bueno, la vida siempre ofrece varios ángulos de percepción. Dependerá de la capacidad de cada uno para diversificar sus puntos de vista/".

Ahí se levantó diciendo "uy se me olvidó mostrarte algo que me regalaron". Se fue y me quedé con mi Dante y mis pavos reales ahí de puntitas en la punta de mi lengua haciendo equilibrio para no caer a la nada misma. Se ve que se aburría.

sábado, julio 10, 2010

De la insania


En charlas de borrachera o en revistitas de adolescentes no falta la pregunta ociosa de ¿Qué 10 libros te llevarías a una isla desierta? ¿No es más sencillo preguntar cuáles son los 10 libros de nuestra predilección que armar un contexto bobalicón como el de la isla? En alguna borrachera me preguntaron sobre las 10 películas que me llevaría a la dichosa islita (asumo que en la inhóspita isla hubo alguna vez humanos realizando la instalación eléctrica pertinente porque de otro modo no sé cómo voy a ver mis 10 peliculítas). De aquella lista dada hace ya muchos años al día de hoy han variado mis 10, pero hay una que permanece inamovible: Brazil. No voy a hablar de la película, solo del final. El final feliz de la película es un hombre que se vuelve loco. Sí, eso es un feliz final. Sí, la locura puede ser una opción feliz. ¿Uno opta por ser loco? Ese es el quid de la cuestión, el preguntarse e intentar responderse si la locura podría llegar a ser un acto de la voluntad.

Conozco innumerables personas que gustan de decir "no es que yo estoy bien loco"... Alguna vez no me quedé con las ganas y a quien me informó de su fingida locura le dije que no, loco no es lo que precisamente eres, sino imbécil, que no son la misma cosa. Se da por tomar "locura" por irreverencia, rebeldía, inconformismo, extravagancia. Pero lo más risible es que quienes se autonombran locos porque se sueñan irreverentes, no son ni lo uno ni lo otro, sino simples y lastimosos pobres diablos. Yo aquí hablo de genuina locura, insania, ruptura total con la realidad. El personaje de Brazil sueña. Sueña todo el tiempo. Sueña con una mujer, sueña que es un héroe blandiendo su espada en defensa de esa la mujer de sus sueños. La mujer de sus sueños existe pero desde que la conoce empieza ya a perderla, se le escapa, se le diluye precisamente como el recuerdo del sueño cuando empieza uno a abrir los ojos y quiere infructuosamente retenerlo y se desvanece. Ante la realidad de que la mujer de sus sueños ha sido asesinada por un régimen despótico y él es torturado, elige perderse en un sueño, en el de que todo en realidad está bien, de que todo salió perfectamente y él está con la mujer de sus sueños viviendo en un lugar apartado e idílico lejos de ese asfixiante mundo dictatorial y de burocracia asfixiante.

Creo que fue Cortázar quien tuvo la brillante intuición de decir que la locura es un sueño que se fija. En el final de Brazil es exactamente eso lo que sucede, el personaje enloquece porque se queda fijado habitando un sueño, se va, abandona la realidad en aras de un sueño que la supla. Y es feliz. La expresión del rostro de Jonathan Pryce es de una ambigüedad y maestría que me fascinan. Ambigüa porque sonríe, feliz de permanecer en el sueño, pero sus ojos húmedos lloran. Desencanto y felicidad todo junto, cordura (en los ojos) y locura (en la sonrisa) conviviendo simultáneamente.

Debe de existir la forma, inexplorada aun, pero no por inexplorada inexistente, de elegir una imagen, un punto de nuestra vida pasada, o imaginaria, o soñada, en el que nos podamos asentar, colocar, insertar, y quedarnos ahí para el resto de nuestra vida, idos, chalados, chiflados, piantados, felices, sin que nada, nunca más, importe.

Yo ya tengo esa imagen. Es un sueño que tuve hace unos 7 años de un cierto viaje en globo. Ahí es donde elegiría fijarme.