lunes, agosto 16, 2010

Modesta propuesta

Viene y me dice: "¿Podemos priorizar esto?" Le contesté cualquier cosa, pero me quedé pensando en la frase y en lo mucho que me enfada que una persona incapaz de dar una orden, directriz o indicación, recurra al uso del plural para evitar el incómodo singular. Hay quienes piensan que decir en plural una orden es de buen gusto o de una delicadeza que suaviza cualquier aspereza que el mandato pueda contener. Pero no, ni suaviza ni atenúa, más bien irrita. Por lo menos a mí. Y en este caso la irritación fue múltiple no solo por el uso del plural de entrada, sino porque la persona que me dijo eso no tiene motivo alguno para venirme con órdenes simplemente porque no es mi jefa. Para acrecentar mi enojo, incorporó a su enunciado el dudoso verbo "priorizar", que tan de moda está en nuestros días. Ya se sabe que cuando algo se pone de moda (sobre todo en el lenguaje), es casi seguro que algún equívoco hay. Tengo entendido que no hace mucho la Academia aceptó el término "priorizar", pero el hecho de que a fuerza de mal uso generalizado de una palabra se le termine incorporando a la Academia, no impide que a mí se me ericen los pelos del antebrazo. Si ésta chica me hubiera dicho: "¿Podrías darle prioridad a esto?", seguro que, tan solo por la construcción de la frase, le habría dicho encantado que sí. No pretendo hacerme pasar por filólogo o lingüista porque yerros gramaticales es lo que debe de sobrar en lo que escribo. Me atrevo a decir que cada vez es más difícil encontrar a alguien (incluidos escritores y académicos) que escriba con inobjetable perfección gramatical. Empezando porque la gramática está plagada de cuestiones de matiz que dan pie a la discusión. Sin embargo la enorme cantidad de barbarismos que se tiene que fumar uno todos los días (sobre todo en ciertos ámbitos, como el de los negocios o el de la prensa), me da repeluznos. Por ejemplo, noto una tendencia en los periódicos argentinos, mexicanos, chilenos y asumo que de toda latinoamérica, a omitir en los títulos de sus notas no solo artículos, sino pronombres y hasta preposiciones. Habrá escasez de tinta... Y están también los "falsos amigos". Hace algunos años la prestigiosa editorial Gredos publicó un extenso diccionario de falsos amigos y creo (a pesar de que debe de costar una fortuna), que debería uno hacer el esfuerzo y comprarlo. Y cada jefe de oficina debería de tener uno a mano, para aprender a expresarse con más legitimidad y no salir con palabrejos tales como "proactivo", "estimativo", "viernes informales" (que incluso he llegado a escuchar decir a algunos que en su oficina hay "casual friday"), el uso del término "informal", por ejemplo en el vestir, como sinónimo de "desenfado", "deportivo", "coloquial", es un falso amigo también porque en estricto castellano no significa nada de eso. El uso de la palabra "sofisticado", que tanto enseñorea a la gente, me pone muy mal también.

Bueno, para ir terminando con un tema que tiene tela para mucho cortar, solo diré que sería bueno incorporar a la vida cotidiana alguna estrategia punitiva de corrección lingüística. Por ejemplo que cuando alguien nos diga "fui a un bar muy bizarro" ahí nomás le demos un puntapie en la espinilla y, mientras se soba le expliquemos afablemente el genuino significado de la palabra bizarro y cómo la ha utilizado erróneamente. Estoy convencido de que pronto tendríamos mejores hablantes y escribientes, quizás no tanto caminantes pero eso ya es lo de menos.