domingo, agosto 14, 2011

Tempus fugit

El domingo me robaron. Me robaron todas o casi todas mis pertenencias el domingo. Todas o casi todas mi pertenencias estaban sobre mi buró. Casi todas mis pertenencias cabían sobre mi buró. Ese buró, por cierto, no es mío. Sobre mi buró que no me pertenece quedó solo un lápiz. Ese lápiz me gusta mucho, ese lápiz rescató de mi memoria, en el momento que lo vi en una tienda, el placer que sentía de niño cuando sacaba punta a los lápices, el placer de olerlos recién afilados, el de tener una punta perfecta, impecable, que tensaba mi mano de emoción por escribir una caligrafía rigurosa. Mi lápiz no llamó la atención. La delicadeza de mi lápiz, es furtiva. La punta perfectamente afilada de un lápiz, es frágil y en cualquier mano torpe se puede romper y fracturar así la cadencia de una caligrafía. La delicada entrega de un lápiz a la mano, es fugaz, como fugaz es toda escritura a lápiz; delicada y fugaz como delicados y fugaces son los grandes e inconfesos sentimientos que no dejan de manar gotas por dentro. Las manos toscas que me robaron, no sintieron la imantación de mi lápiz. En mi estado de desconcierto y desazón miro mi lápiz solitario sobre el buró que no es mío y siento cómo su esbeltez, y mis dedos, se atraen. Mis dedos lo acarician, lo llevan al sacapuntas para extinguirlo un poco más, con todo lo que de extinción hay en toda entrega. Lo huelo, lo llevo suavemente a la hoja a cumplir esa punción delicada y fugaz de cirujano corta papeles y destripa ideas que nada importan. Sé que la punta se quebrará, pero quizás sea mejor así, una caligrafía fracturada es lo que necesito. ¿Qué mejor forma para escribir brevemente sobre lo fugaz que es todo, que un lápiz que se consume con cada letra, cuya punta está en todo momento en peligro de romperse y cuyas letras se irán desvaneciendo con el paso del tiempo? Tontas manos toscas las que me robaron, que solo hicieron a un lado mi lápiz con el que podrían haberle escrito una carta a sus hijos sobre el júbilo de hurtarle la propiedad a un pobre diablo.

lunes, agosto 01, 2011

Pobrecito de Orfeo

... Pues sí, esto también es herencia griega, como tanta otra cosa y que la gente ni por enterada se da. El coro, el orfeón. Orgulloso legado griego pero, se sabe que no siempre las herencias son bien aprovechadas por sus herederos, las terminan dilapidando o mal usando. El coro, en sus orígenes, tuvo una función normativa, adoctrinadora, que en las tragedias dictaba las consecuencias de los actos, el peso de las decisiones o lo implacable del destino.
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... Y el tiempo pasa, y la gente se corrompe y todo corrompe, y de pronto el coro se convierte en un trasunto del vox populi, pero más que la voz del pueblo, lo cual tiene mucho de digno, transmite la voz del populismo, que no son la misma cosa. Emblema de la voz ya populachera: Beethoven adaptando el himno de Schiller en ese esperpéntico último movimiento de su 9ª sinfonía. Pero como la gente no da tregua a su idiotez, allá en los 60's se le ocurrió a Miguel Ríos (¡ay Miguel!), la ingeniosísima idea de adaptarla ahora al español, para goce vulgar de hordas y hordas de mentecatos que piensan que cantar en tropel cursilerías, hermana a los humanos... Dios bendito.
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... Hermanar a la gente. El hermanazgo ¿realmente es la excelencia en la escala de relaciones como para haberse convertido en el arquetipo del grado superior y querer "hermanar" a los pueblos? ¿Y entonces Caín y Abel? Pero el tema de la hermandad es otra historia...
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...En los conciertitos de rock... Un buen día a otro ingenio se le ocurrió, muy probablemente debido a la borrachera y a que se le olvidó la letra, poner a cantar a la gente para evitarse la molestia de cantar él, o ella. El resultado es que ahora broten como verdolagas los grupitos y cantantitos que con total impunidad, dejan que los asistentes canten sus buenas estrofas a grito pelón. Yo no sé los demás pero, yo no pago un boleto para ir a escuchar a la gente cantar, ni para unirme a su canto conmovedor y hermanado, si quiero cantar, lo hago en mi casa sin necesidad de pagar nada; yo pago para escuchar a ese grupo y espero que sean lo suficientemente profesionales para que realicen su mejor desempeño en el escenario, no para que con total haraganería pongan a cantar a los incautos, porque ah cómo es fácil manipular borregos. El espectáculo lo dan ellos, no los concurrentes, ya veo yo que un buen día los futbolistas van a invitar a la gente a que entre al campo a echarse una pared "pa que participen y se hermanen todos".
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... Y luego, tenemos a los que descubrieron el efectismo cuatrero de armar coritos de niños para estremecimiento de los espíritus ramplones. Así por ejemplo, en una vomitiva canción como lo es "Another brick on the wall (part II)", se tiene uno que chutar a unos niñitos cantando casi media canción bobadas tales como "we don't need no education", y no faltan los alcornoques a los que se les enchina la piel y piensan que eso es arte del más puro que existe, esos son los mismos pelmazos que seguro tienen a Forrest Gump como gran película o van a una Feria del Libro tan solo que para postear en el facebook que "están en la Feria del Libro", o fueron a ver al patético de Roger Waters cantar lo mismo que viene cantando desde hace 30 años y creer que realmente hay un mensaje ahí, que en algo cambia sus mediocres vidas asistir al circo que arme un viejito monotemático; entre el circo de Roger Waters y el de Quico, hay un solo pasito de diferencia, y entre escuchar el final verdulero de "Hey Jude" con coritos y escuchar a unos niños cantándole Roberto Carlos al Papa, medio pasito.
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La verdadera experiencia estética no es una experiencia común, ni habitual, ni mucho menos, masiva. Ortega y Gasset decía que la mayoría de las personas pasaban toda su vida sin sentir una genuina experiencia estética, así que a no confundir lo que implica escuchar a 100,000 alienados cantar el "Cielito lindo" en el partido de la selección, o los 50,000 que cantan "We will rock you", que es una mera y huera manifestación del espíritu gregario de las personas, con lo que implica tener una experiencia de arte.