viernes, enero 28, 2011

Declaración no solicitada de principios

  1. Descreo de todas las personas que al encontrarme en la calle o en alguna reunión después de mucho tiempo de no vernos me dicen: "qué bien que te ves".
  2. Descreo de todas esas personas que repiten servilmente slogans ecologistas, ambientalistas, naturalistas, orientalistas, budistas, taoístas y cuanto discursito chabacano se encuentre de moda al momento.
  3. Descreo de todas las personas protectoras, comedidas, pródigas, altruistas, circunspectas, probas e impolutas.
  4. Descreo de toda acción desinteresada.
  5. Descreo de todos los llamados "hijos de familia".
  6. Descreo de toda frase amorosa que empieza pronunciando que "nunca antes...", o "es la primera vez que..."
  7. Descreo de todas y cada una de las cosas que digo cuando me da por decir algo.
  8. Descreo de la versión que de un acontecimiento me da una persona.
  9. Descreo de todas las personas que dicen llevar una vida cristiana cuando cada uno de sus actos indica lo contrario; y descreo de las personas que se proclaman ateas cuando sin darse cuenta, su descreer tiene toda la estructura religiosa.
  10. Descreo de cualquier palabra, verbo, sintagma, vocal y consonante emitida por un médico.
  11. Descreo de lo que mis sentidos me reportan, especialmente la vista, esa maldita embustera.
  12. Descreo cuando ante una situación amenazante, alguien te dice que "está todo bien".
  13. Descreo de que la tecnología haga más fácil la vida a la gente.
  14. Descreo de los matrimonios, novios, concubinos y amantes que tras más de una década de relación dicen que están mejor que nunca.
  15. Descreo del supuesto amor a la patria.
  16. Descreo de los que dicen que no les alcanza el tiempo.
  17. Descreo de los que dicen estar agotados mentalmente.
  18. Creo que lo único que no está sujeto a descreimiento, es la irrevocable hora de nuestra muerte.

    He dicho

lunes, enero 17, 2011

De lo nauseabundo

Para Kant el asco, era el límite al cual el Arte debía constreñirse. Según él, las representaciones que suscitan asco, son mostradas como si "nos apremiaran a gustarlas", por lo cual, la distancia que la experiencia estética ejerce entre el objeto y el espectador, se anula. Es muy curiosa esa relación entre el sentido del gusto y la náusea. Los perros no vomitan porque miran a un congénere atropellado y destripado en el pavimento. Al parecer el ser humano es el único animal que vomita porque siente asco, y supongo que siente asco porque tiene capacidad de abstracción e imaginación. Todo lo putrefacto y fétido provoca náusea, y todo lo que es susceptible de descomponerse contiene en sí el germen de lo nauseabundo. Kant sugiere que al mostrarse en el Arte dichas representaciones de lo asqueroso, sentimos como si nos invitaran "a comerlas", y de ahí la reacción vomitiva. Digamos que en su parte exclusivamente instintiva, el vómito es un mecanismo de defensa cuya finalidad es expulsar del organismo aquello que amenaza su estabilidad. Pero por ejemplo ¿qué sucede cuando alguien dice sentir asco cuando ve a una o varias cucarachas paseando por algún mueble de su cocina? ¿O cuando encuentra el jabón incrustado de pelos? ¿Será realmente una oscura sensación de que "podríamos comer" eso? Tras mis cuestionamientos, varias personas me han dicho que las cucarachas les provocan asco porque deambulan entre la suciedad y la podredumbre, y transmiten enfermedades. Pero las moscas también, por ejemplo, y yo no he visto nunca a nadie manifestar tal reacción de asco y repugnancia cuando algunas sobrevuelan el frutero. Lo de los pelos resulta más oscuro y enredado. ¿Cómo un pelo que quizás fue acariciado un momento antes, pasa a ser agente de reacciones nauseabundas unos minutos después solamente porque ya no se encuentra en su lugar de origen? El pelo en la sopa, que es ya un cliché del asco, cumple la observación kanteana de "comerse" lo nauseabundo, ¿pero el pelo en el jabón?


 

Muchos escritores, pintores, cineastas y demás, se han valido de esto para mostrar deliberadamente asquerosidades con el único afán, me parece, de molestar al espectador. Molestar por puro placer de retorcerle las panzas a los apacibles observadores, por puro y aristocrático placer, como dijo cierto escritor francés. Y a mí me divierte eso. Eugenio Trías piensa que la risa, es el único modo posible en que el Arte puede presentar lo nauseabundo sin que se pierda el efecto estético. Pero a mucha gente "eso" no le provoca la risa. A mí sí. Hay una película muy poco conocida llamada The Dark Backward, que es de lo más asqueroso que he visto, y me parece no solo muy divertida, sino excelente. Sudor, basura, necrofilia, pollos putrefactos que son comidos con la misma solicitud que si acabaran de cocinarlos, son algunos de los elementos que se ven en la película, pero son mostrados de manera tal, que sí, uno siente asco, pero también se ríe, y eso mitiga el displacer transmutándolo misteriosamente, en una gozosa experiencia.


 

No sé por qué me atrae lo nauseabundo en Arte, y lo siniestro y la fealdad. Quizás porque me gusta que me molesten y porque me gusta molestar. Lo que sí es que hay mucho más detrás de las narices fruncidas de las buenas consciencias ante el espectáculo de una cucaracha que les recorre las inconsciencias.

lunes, enero 10, 2011

Un rapidín nocturno

a) Uno se retira de la fiesta, de la reunión, del banquete, de la casa, del país o de donde quiera que se decida retirar uno por razones que pueden variar floridamente, y piensa en algún lugar de su mente que algo de su persona permanecerá en el lugar abandonado. Y no solo algún objeto olvidado, o algún objeto llevado para la ocasión, sino algo etéreo de su persona que flote en el recuerdo de los que se quedaron. Lo mismo aunque más intenso para cuando se retira uno de la vida de alguien. A uno le da por imaginar que la entera vida de ese alguien quedó para siempre poblada, colonizada por las huestes briosas que dejó uno ahí apostadas.


b) Macedonio Fernández escribe un mini cuento magistral en el que una mujer, movida por "un fugacísimo deseo de mal", se aleja de su pareja, pero deja, derramada sobre el piso, su sombra que él, con el transcurrir de los días, intenta infructuosamente despegar.


c) Sería perverso poder dejar nuestra sombra estampada sobre alguna pared del lugar que abandonamos. Y la realidad es que nada de nosotros permanece cuando nos retiramos. La vida prosigue su traquetear y la gente continúa su cotidiano existir, no dejamos ninguna silueta marcada en el piso que haya que lavar con poderosos químicos, ni pelos ni señales visibles que mantengan a los demás en estado de continua añoranza de nosotros.


d) Baudelaire escribió que "Cuando un hombre se mete en la cama, casi todos sus amigos sienten un deseo secreto de verle morir…" Y se me dirá que ese tal Baudelaire estaba loco, que nadie en su sano juicio podría pensar semejante canallada. Asimismo se me dirá que nadie en sus cabales abandona un lugar pensando en que al retirarse, algo de sí permanece suspendido en el ambiente y memoria de los que permanecen. Pero todos albergamos pensamientos oscuros y salvajes, solo que no muchos tienen la valentía de aceptárselos.


e) En el caso de que haya personas que "dejan huella", son solo unas pocas iluminadas, o iluminadoras, pero la gran mayoría pasamos desapercibidos. Pasamos por la vida como ese hombre del cuadro de Magritte "El hombre del periódico". Esté o no esté, lo mismo da, todo el entorno, todo lo material y grávido, permanece exactamente igual después de su partida. O, quizás, siga ahí, con toda su nulidad disolviéndose en el entorno.