viernes, febrero 22, 2013

Maldita Feria del Libro


Me voy a dar el permiso de ser oportunista para divagar torpe y gruñonamente sobre un asunto actual.

El miércoles inició la Feria del Libro. Dicho evento, al parecer, agita la melena de muchas, demasiadas personas que salen de Dios sabrá dónde a proclamar su fervor por ese objeto venerable ¿verdad? Denominado libro. A mí, que usualmente me da por el refunfuño, tales exabruptos me permiten sacar las siguientes reflexiones:

a) De las muchas pistas que permiten que uno descubra al impostor, ésta es una flagrante. La persona que dice, vocifera, anuncia, divulga, publica su pasión por los libros pero resulta que solo lo hace cuando hay feria, se le desborda lo fraudulento hasta por las orejas. Es tan falsa su pasión como la del supuesto aficionado al fútbol que solo lo ve "cuando hay mundial". Pero ahora ya puede uno hacer público en Facebook que en este preciso momento ¿dónde creen que estoy? En la Feria del Libro. Sacarme una foto a la entrada y publicarla al instante para que mi círculo de selectas amistades aprecie que mi vida está llena de finas actividades y que yo soy un tipo harto cultivado. Habría que ver qué tipo de libros son los que compran estos lectores ávidos. Y yo me pregunto si cuando al ir a pagar a la caja del VIPS donde comieron y ven uno de los libros que les han recomendado, también se desgreñan de la emoción como al parecer lo hacen cuando empieza la feria. También me pregunto cuántas veces al año dedican algunas horas de su tiempo libre a ir a alguna librería a comprar libros, o simplemente a leer, a toquetearlos u olerlos, y si sienten los mismos espasmos trepidantes como cuando entran al Palacio de Minería cada febrero.

b) Estos mismos entes impostores, con magnanimidad y personalidad augusta, invitan e instan a la gente a que vaya a la Feria, a que lean. Leer no es cualquier pamplina. Saber leer la lista del súper no es lo mismo que intentar leer un libro bien escrito. Conozco mucha gente que, cuando leen algo en voz alta, dejan ver sus deficiencias: trompican, obvian comas, puntos, puntos y comas, cambian letras e incluso palabras, entonces yo me pregunto ¿realmente están comprendiendo lo que están leyendo? Todos esos fervorosos de la feria, ¿realmente saben leer? ¿Realmente leer mucho es saludable? ¿Y qué es leer mucho? No existe, que yo sepa, ningún parámetro o criterio que indique con claridad a partir de dónde o a partir de cuánto ya se ha leído mucho. ¿Que leer 1000 libros ya es mucho? Muy bien, ¿y si he leído 800 no es mucho? ¿Y si he leído 5000? ¿Pero qué genuino lector lleva la cuenta de los libros que ha leído? Y ésa es otra pista que delata al impostor: el llevar la cuenta de los libros que se han leído en el mes y en el año. ¿Quien ha leído 50 libros, pero muy bien leídos y escogidos, es menos cultivado que quien ha mal leído 200? Muchos de estos entes se vanaglorian de que ya terminaron su libro 15 del mes, pero si uno les pregunta un par de meses después, resulta que ya no recuerdan nada de lo que leyeron, ¿les sirvió de algo? Y otra cosa más me pregunto. Si leyeron a algún autor que sabe usar el lenguaje, por ejemplo, García Márquez, tan apreciado por todos estos entes impostores, ¿consultan en el diccionario el significado de las muchas palabras que usa este buen hombre y que desconocen? Y no solo eso, ¿procuran utilizar esas palabras desconocidas para irlas incorporando a su lenguaje y así enriquecerlo? Curiosamente, hay una larga lista de grandes personajes de la filosofía y la literatura que, recomendaban no excederse con la lectura: Schopenhauer, Nietzsche, Montaigne, Lichtemberg; recuerdo a Clarice Lispector o a Severo Sarduy decir que en realidad, leían muy poco; Borges decía que lo realmente importante, era releer; hay que recordar que, dato no menor, la supuesta locura del Quijote se desencadenó por "la mucha lectura y el poco dormir". Entonces, antes de andar publicando frasesitas hechas y lugares comunes sobre la lectura, mejor ponerse a reflexionar qué implica y en qué consiste el acto de abrir un libro.

c) No quiero hacer el cuento largo, porque todavía me faltan algunas pistas para desenmascarar al lector fraudulento. Por ejemplo la de leer un libro de principio a fin y no abrir otro hasta que se termine el libro en turno. Sí, el decir en algunas reunioncitas que hay libros que no requieren ser leídos hasta el final, me ha inmiscuido en reyertas más bien idiotas con gente obtusa. Baste empezar a preguntarse dónde inicia y dónde termina un libro. ¿Termina un libro en la última palabra de la última página? ¿Si elimino esa última palabra no entenderé el libro? Y si elimino dos, tres, una frase, la última página completa ¿no lo entenderé? ¿Cuántas páginas podré eliminar sin que se pierda el sentido del texto? ¿Y entonces dónde terminó?

Yo, por lo pronto, termino este texto aquí.