lunes, enero 10, 2011

Un rapidín nocturno

a) Uno se retira de la fiesta, de la reunión, del banquete, de la casa, del país o de donde quiera que se decida retirar uno por razones que pueden variar floridamente, y piensa en algún lugar de su mente que algo de su persona permanecerá en el lugar abandonado. Y no solo algún objeto olvidado, o algún objeto llevado para la ocasión, sino algo etéreo de su persona que flote en el recuerdo de los que se quedaron. Lo mismo aunque más intenso para cuando se retira uno de la vida de alguien. A uno le da por imaginar que la entera vida de ese alguien quedó para siempre poblada, colonizada por las huestes briosas que dejó uno ahí apostadas.


b) Macedonio Fernández escribe un mini cuento magistral en el que una mujer, movida por "un fugacísimo deseo de mal", se aleja de su pareja, pero deja, derramada sobre el piso, su sombra que él, con el transcurrir de los días, intenta infructuosamente despegar.


c) Sería perverso poder dejar nuestra sombra estampada sobre alguna pared del lugar que abandonamos. Y la realidad es que nada de nosotros permanece cuando nos retiramos. La vida prosigue su traquetear y la gente continúa su cotidiano existir, no dejamos ninguna silueta marcada en el piso que haya que lavar con poderosos químicos, ni pelos ni señales visibles que mantengan a los demás en estado de continua añoranza de nosotros.


d) Baudelaire escribió que "Cuando un hombre se mete en la cama, casi todos sus amigos sienten un deseo secreto de verle morir…" Y se me dirá que ese tal Baudelaire estaba loco, que nadie en su sano juicio podría pensar semejante canallada. Asimismo se me dirá que nadie en sus cabales abandona un lugar pensando en que al retirarse, algo de sí permanece suspendido en el ambiente y memoria de los que permanecen. Pero todos albergamos pensamientos oscuros y salvajes, solo que no muchos tienen la valentía de aceptárselos.


e) En el caso de que haya personas que "dejan huella", son solo unas pocas iluminadas, o iluminadoras, pero la gran mayoría pasamos desapercibidos. Pasamos por la vida como ese hombre del cuadro de Magritte "El hombre del periódico". Esté o no esté, lo mismo da, todo el entorno, todo lo material y grávido, permanece exactamente igual después de su partida. O, quizás, siga ahí, con toda su nulidad disolviéndose en el entorno.