lunes, noviembre 07, 2011

Kings of Convenience contra los pulpos chupeteadores

         




    Ante el advenimiento de un espectáculo que mucho llamaba mi atención, me puse a reflexionar sobre la pertinencia de mi asistencia. Para dicho efecto me puse a recapitular cómo fue mi última concurrencia a un concierto y, para mi espanto, me percaté que mi memoria perdió el registro de cuándo sucedió y qué concierto fue. Lo que sí recordé con prístina terquedad fue que, haya sido el que haya sido, dí mi palabra solemne de que jamás volvería a asistir a uno.
    Bien, ahora iba a presentarse Kings of Convenience en el Salón Cuervo, así que ponderé: es un dueto noruego que si bien han alcanzado notoriedad, no son movedores de grandes masas asquerosas de gente; su música es más bien relajada y relajante, delicada, fina, tersa; sí, a ese sí voy porque seguramente habrá gente que los conoce bien, que sabe lo que va a escuchar y sabrán, aunque sea por un tiempo de 2 horas, comportarse como si realmente fueran civilizados.
    Mi respuesta fue un sí, voy al concierto. Llegado el día algo, no sé, puede ser que fuera el ángel de la guarda, me empezó a susurrar desde bien temprano que quizás no había sido tan buena idea después de todo. Incluso, lo admito, me sobrevolaron allá en la lejanía un par de pretextos para no ir, pero los dejé alejarse. Me aferré (¿qué otra queda?) a mis deducciones que me condujeron a decidir asistir.
    Una vez paraditos en un lugar más o menos estratégico para ver algo de nuestros héroes, empezaron a emerger de las cloacas las taras colectivas que tan afanosamente había yo querido evitar, fueron haciendo acto de aparición muy ordenadamente, eso sí, a saber:


Tara prima.- La cita era a las 21:00, por lo que la mayoría hizo su mejor esfuerzo por apersonarse antes, pero los minutos empezaron a pasar y el show no empezaba. A algún genio de la amenidad se le ocurrió poner canciones de Bob Marley, lo cual fue aprovechado por varias niñas más bien tontas para bailar y paz a todos en la tierra y rastitas cenicientas oh sí. El concierto fue empezando cerca de las 22:00 (a esa altura las várices ya empezaban a latir, y a eso había que agregarle todo lo que fuera a durar el recital). 


Tara segunda.- Si bien el tiempo que nos tuvieron de sus idiotas ahí parados daba para contar uno por uno a los asistentes, ignoro cuántos éramos, pero de pronto eso se saturó, lo cuál me horrorizó porque agrupar puercos en chiqueros reducidos, siempre deviene en lodazal. ¿De dónde brotaron tantos fans de ese grupo sereno? Pues sabrá el sereno... Casi sin notarlo ya estábamos varios metros desplazados del lugar estratégico que habíamos elegido, y ni cómo reclamarlo porque en esos ámbitos prima la ley del codazo más fuerte. Decidimos, inteligentemente, desplazarnos a la orilla, siempre lo orillero ha sido lo mío, lo rinconero; a esa altura, ya había empezado a sacrificar cosas, en este caso, el ver de cerca a nuestros héroes. Sin embargo, en hacinamientos así, no hay inteligencia que valga porque pronto nuestra decisión brillante de desplazarnos a la orilla, se vio alcanzada por más hordas de zoquetes. Nuevo sacrificio: ver de cerca o de lejos a nuestros héroes porque quedé de frente a un pilar.


Tara tercera.- Empezó el concierto y con él, sin mayores dilaciones, los gritos desaforados de todos los mequetrefes ahí apelmazados. Estas bestias no distinguen, carecen de la facultad del discernimiento para discriminar si su conducta debería de ser igual ante un concierto de Belinda, o uno de cantos tibetanos; ellos gritan, ellos son bestias en cualquier ámbito, cómo que no. Bastó que Erik dijera "hello" (u hola, no me dejaron escuchar) para que ellos respondieran con su uuuuoooooouuuu. De tales conductas uno podría concluir que los mexicanos entienden la hospitalidad como alarido, en su afán por hacer sentir al huésped musical "a gusto", ellos gritan. Me quedé pensando en algún momento si al ir a casa de alguna de todas esas bestias, uno llega y dice "buenas noches", ellos responden con un uuuuoooooouuuu. Repito, este dueto sereno toca música apacible, no en vano su segundo disco se llama "Quiet is the new loud", entonces ¿a qué los gritos demenciales? Ellos cantaron mayormente acompañados de sus guitarras acústicas, ¿a qué los alaridos? No se les ocurre a los trogloditas, que la mejor y más hospitalaria forma de bienvenir a un cantante, es dejarlo hacer lo suyo en paz y con respeto. A la segunda canción, ya estaban llamando al silencio los propios cantantes, en un momento bochornoso que en lugar de avergonzar a los mequetrefes, los indignó. Erlend incluso llegó a decir "I make my living with my ears". Siguiente sacrificio: no escuchar adecuadamente la interpretación de nuestros héroes. 


Cuarta tara.- Al menos tengo que agradecer la exhibición por parte de la runfla de pelmazos, de una nueva tara que no conocía: la de platicar durante las canciones como si estuvieran en la cocina de su casa. Detrás mío, había una imbécil que en plena canción hablaba a los gritos de unas entradas VIP que tenía para el estadio Azteca y de no sé qué tantas zarandajas. Alguien la calló, y la señorita dijo: "estamos en un concierto, amigo". De haber podido hacerlo, habría suspendido en ese instante la canción, habría ordenado dirigir todos los reflectores hacia ella, le hubiera entregado un micrófono para pedirle que nos explicara a todos cuál es su entender sobre lo que es un concierto, porque creo que yo ya no lo entiendo. Erik preguntó en otro momento si los de atrás escuchaban bien, porque la platicada estaba a todo y no había certeza de que la gente realmente estuviera escuchando algo, lo cual no estaba tan lejos de la realidad. No me cabe ninguna duda de que estos dos buenos y tranquilos muchachos deben de pensar que estos mexicanos no entienden nada, nomás gritan y brincan a la que te criaste y no escuchan. Pero abarrotan el lugar, y eso deja ganancia, y time is money, y el billetito hace que hasta Erlend se olvide de que en otra ocasión una manita misteriosa le robó sus lentes.


Quinta tara.- Ojalá haya algún Freud ocurrente que me pueda dar una explicación satisfactoria de por qué a los mexicanos en manada, les da por cantar una repugnante y vomitiva canción como lo es el Cielito lindo; qué les lleva a imaginar que porque cantan una taradez semejante el mundo piensa "pero mira qué hermoso pueblo cantarín", o qué los lleva a pensar que eso es divertirse, o que eso es hermandad, o lo que sea que demonios piensen, si es que piensan. Camus escribió en "El mito de Sísifo" que la sensación de absurdo surge cuando se rompe el contexto. Qué absurdos que son los mexicanos que acuden a conciertos, van a platicar, a no escuchar, a gritar, a cantar el cielito lindo y el contexto termina hecho trizas, y lo peor es que no hay resguardo, no hay cómo irse a una orillita porque son tantos los zánganos, que absorben hasta los rincones y no hay orilla que valga, no hay outsider que sobreviva, no hay escape al tumulto, no hay espacio para el sosiego, que es espacio requerido para todo genuino disfrute y que estoy seguro que es el que hubieran querido los Kings.


Epílogo


Sencillo: no vuelvo a asistir a un concierto en este país.

martes, octubre 18, 2011

Ciertas patafísicas





I.- Estaba leyendo "La letra e", de mi querido Augusto Monterroso, el apartado donde escribe un poco sobre la correspondencia entre Nabokov y Wilson, pero en realidad escribe sobre el significado de la frase latina "Et in Arcadia ego" y eso lo lleva a la susodicha correspondencia.


II.- Yo recordé que esa frase ya la conocía, porque la había leído en aquel infausto libro traducido como "El enigma sagrado", y que abriría el camino para toda suerte de chismes y oportunistas que terminarían desembocando en el mayor de todos: Dan Brown. Yo pensaba erróneamente que la frase significaba "Y en la Arcadia yo".


III.- Los vericuetos de la correspondencia Nabokov-Wilson, me hicieron pensar (aquí la patafísica se torna más sutil), en un viejo libro llamado "La mosca y el frasco", y que en su primer capítulo versa sobre una pelea entre filósofos de Oxford, al más puro estilo tianguis dominical, y cuyo protagonista principal fue, ni más ni menos, que el mismísimo Bertrand Russell.


IV.- No comprendo por qué recordé ese texto de verdulería entre filósofos de alto rango, pero curiosamente el libro lo tengo en el librero de mi cuarto, lo cual, tampoco tiene mucha coherencia si se considera que de entre mis libros, solo me traje algunos al azar y el azar quiso que ese estuviera aquí. Entonces lo tomé para releer y, leo en la primera página la información pertinente de la edición: Título original "Fly and the fly-bottle", traducción Augusto Monterroso y Edmundo Flores.


V.- Esos caminos desconocidos que se decide elegir sin que medie ninguna reflexión y que terminan llevándonos justo a la casa de nuestra novia, me gustan, ese abandonarse a lo fortuito con la confianza de que a donde quiera que lleve, será a lo mejor. Esta cadena de coincidencias sucedió en un lapso de unos 20 minutos.


VI.- Hace unas semanas veía en la noche, en un noticiero, a Héctor Aguilar Camín, y pensaba en que me recuerda mucho a un lejano amigo mío. Al siguiente día tuve que salirme de la oficina porque debía ir al banco. No me gusta salirme del trabajo con cualquier pretexto así que iba caminando muy deprisa. Ya de regreso a la oficina, iba a alta velocidad a paso muy de caminata olímpica, y cuando iba a pasar por casa Lamm, noté que iba a haber evento porque mucha gente había en la entrada; yo ya no podía aminorar el paso así que me puse a eludir bultos trajeados y perfumados lanzando con permisos por aquí y por allá, pero no pude evitar pisarle el juanete a alguien. Cuando volteo sin poder detenerme para pedirle disculpas, veo que no es otro que Héctor Aguilar Camín.


VII.- Algo similar me pasó en Buenos Aires, cuando vi una entrevista con el siempre simpático Alejandro Jodorowsky hecha por el no menos simpático Antonio Skármeta, y al siguiente día, caminando por Santa Fe, me detengo en un alto, y el señor que estaba pajareando al lado mío era Jodorowsky, los dos paraditos codo con codo esperando la luz verde, y yo le dije a mi acompañante mira mensa, es Jodorowsky, y ella me dijo con toda serenidad y ese quién es. Estuve a punto, lo juro, de decirle a Jodorowsky algo, siguiendo los dictados de la patafísica, pero al final, arrugué.


VIII.- Hace poco leía una novela de Roberto Bolaño llamada "Amuleto". Durante un lapso de no más de 5 segundos fugacísimos, pensé en un posible cuento que se llamaría "Departamento en Insurgentes", pero dudé entre ese nombre y "Departamento en Tabasco". Volví mi total concentración a la novela y me encuentro con una frase que decía más o menos "por ese entonces vivía en la calle Tabasco". Yo, realmente, aunque ya no tendría que sorprenderme, me sorprendí sobremanera.


IX.- Enlistar todas las patafísicas inmiscuidas en mi vida se terminaría tornando monótono, y nada menos patafísico que la monotonía. Mejor llamar al silencio, a esa teoría del silencio de los Residents que a veces es la mejor manera de decir lo que se quiere. Pero, nunca está de más volver a decir con Hamlet aquello de que "hay más cosas bajo el cielo de las que tu filosofía sueña".















jueves, octubre 06, 2011

Peter y la chochez









Tengo un amigo que alguna vez me dijo que "mato a mis ídolos". Sí, eso precisamente hago. Freud decía que el gran acto de todo ser humano consiste en "matar" simbólicamente a sus padres. Bien, ahora, vamos al inicio.
                                                                       
                                                                                       *


    A Peter Gabriel lo empecé a idolatrar por allá de 1981, cuando ya había sacado su tercer disco solista y estaba en ciernes el Security. Llegué a él por mi ya en esos entonces consagrado fervor por Genesis. Me pareció, durante un periodo de unos 11 años, el músico más innovador que había en la música, digamos, popular. Pero, no hay creador que no tenga su clímax y su inseparable deterioro, su cuesta abajo que se caracteriza, como Taine dijo, por la repetición de sí mismo. A Peter lo empecé a sentir flojo desde el disco Up, el cual implicó una espera de nada más 10 años, diez añitos estar esperando la salida de su nuevo disco para que resultara ser un trasunto, aunque decadente, del disco anterior, Us, que es, a mi humilde entender, lo último bueno que supo hacer. Se ve que nada salía ya de su otrora fecunda cabeza y terminó repitiéndose servilmente, pero ¿estarse una década esperando la visita de la musa?, me pareció una exageración. Ya entonces mi amigo se indignó porque tuve la osadía, aparentemente inadmisible y reprobable, de declarar que el disco de Peter me había parecido más bien mediocre y soporífero, y que más le valía dedicarse mejor a la botánica. Mi amigo es de esos que se estancan en una idea anclada allá en el fondo de su pasado, y la sacralizan y jamás la cuestionan, así que reprobar el disco de Peter era como escupir al dios protector. Sin contar los trabajos alternos del buen Gabriel, su siguiente disco fue el Scratch my back, que se compone exclusivamente de covers, como si un disco más de covers es lo que hiciera falta en este mundo. La sequedad creativa va adueñándose ya de todo su ser. Pero ya llegó al punto culmen de la decadencia, la chochez pasiflorina de muchos rockerillos del orbe: grabar sus canciones con orquestita, la auto repetición llevada al grado máximo de marchitamiento. Es larga la lista de los que han hecho ese experimento estéril y ridículo de pretender disfrazar su música, de música culta, como aquel que, teniendo unos pesos extra, decide irse al gran restaurante de la ciudad para codearse con la gente nice, aunque platique escupiendo el bocado que se acaba de meter a la boca. Si el patético mamarrachito de Alejandro Lora ya lo hizo, qué se puede esperar de un experimento tal. Arreglitos edulcorados, cursis, ramplones, descifrables hasta para el más ñoño de los espectadores y el obvio recurrir a algunas de sus peores canciones como In your eyes, Don't give up o Solsbury Hill, que son, desde luego, las que le conoce todo el mundo. El audaz Peter que supo componer una canción como The family and the fishing net está acabado, finito, kaputt, pero eso no le resta un ápice a las grandes cosas que hizo. Pero a mi amiguito no le gusta que uno critique a los viejos ídolos, así que me mira con expresión paternal como pensando que soy un pobre atolondrado que no sabe lo que dice, mientras yo lo miro con expresión pícara pensando que ya es hora de su chocho para la neurona. Tengo por hábito el identificar aquellas cosas que no se cuestionan y se dan por sentadas para ser esas precisamente las primeras en ser diseccionadas. Y si en la revisión uno descubre que aquello que alguna vez consideró maravilloso, ejemplar, grandioso, ya no lo parece, pues a admitirlo, que eso no lo convierte a uno en niño malcriado.


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    Yo le sigo teniendo mucho cariño a Peter y sigo disfrutando mucho sobre todo de su 3er y 4to discos, pero ahora ya no lo iría a ver en concierto ni con boleto regalado, mucho menos con orquestita dizque New Blood que de new no tienen nada y la blood sale por las orejas de escuchar el aburrimiento de Don't give up que termina durmiendo hasta al perro.











domingo, agosto 14, 2011

Tempus fugit

El domingo me robaron. Me robaron todas o casi todas mis pertenencias el domingo. Todas o casi todas mi pertenencias estaban sobre mi buró. Casi todas mis pertenencias cabían sobre mi buró. Ese buró, por cierto, no es mío. Sobre mi buró que no me pertenece quedó solo un lápiz. Ese lápiz me gusta mucho, ese lápiz rescató de mi memoria, en el momento que lo vi en una tienda, el placer que sentía de niño cuando sacaba punta a los lápices, el placer de olerlos recién afilados, el de tener una punta perfecta, impecable, que tensaba mi mano de emoción por escribir una caligrafía rigurosa. Mi lápiz no llamó la atención. La delicadeza de mi lápiz, es furtiva. La punta perfectamente afilada de un lápiz, es frágil y en cualquier mano torpe se puede romper y fracturar así la cadencia de una caligrafía. La delicada entrega de un lápiz a la mano, es fugaz, como fugaz es toda escritura a lápiz; delicada y fugaz como delicados y fugaces son los grandes e inconfesos sentimientos que no dejan de manar gotas por dentro. Las manos toscas que me robaron, no sintieron la imantación de mi lápiz. En mi estado de desconcierto y desazón miro mi lápiz solitario sobre el buró que no es mío y siento cómo su esbeltez, y mis dedos, se atraen. Mis dedos lo acarician, lo llevan al sacapuntas para extinguirlo un poco más, con todo lo que de extinción hay en toda entrega. Lo huelo, lo llevo suavemente a la hoja a cumplir esa punción delicada y fugaz de cirujano corta papeles y destripa ideas que nada importan. Sé que la punta se quebrará, pero quizás sea mejor así, una caligrafía fracturada es lo que necesito. ¿Qué mejor forma para escribir brevemente sobre lo fugaz que es todo, que un lápiz que se consume con cada letra, cuya punta está en todo momento en peligro de romperse y cuyas letras se irán desvaneciendo con el paso del tiempo? Tontas manos toscas las que me robaron, que solo hicieron a un lado mi lápiz con el que podrían haberle escrito una carta a sus hijos sobre el júbilo de hurtarle la propiedad a un pobre diablo.

lunes, agosto 01, 2011

Pobrecito de Orfeo

... Pues sí, esto también es herencia griega, como tanta otra cosa y que la gente ni por enterada se da. El coro, el orfeón. Orgulloso legado griego pero, se sabe que no siempre las herencias son bien aprovechadas por sus herederos, las terminan dilapidando o mal usando. El coro, en sus orígenes, tuvo una función normativa, adoctrinadora, que en las tragedias dictaba las consecuencias de los actos, el peso de las decisiones o lo implacable del destino.
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... Y el tiempo pasa, y la gente se corrompe y todo corrompe, y de pronto el coro se convierte en un trasunto del vox populi, pero más que la voz del pueblo, lo cual tiene mucho de digno, transmite la voz del populismo, que no son la misma cosa. Emblema de la voz ya populachera: Beethoven adaptando el himno de Schiller en ese esperpéntico último movimiento de su 9ª sinfonía. Pero como la gente no da tregua a su idiotez, allá en los 60's se le ocurrió a Miguel Ríos (¡ay Miguel!), la ingeniosísima idea de adaptarla ahora al español, para goce vulgar de hordas y hordas de mentecatos que piensan que cantar en tropel cursilerías, hermana a los humanos... Dios bendito.
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... Hermanar a la gente. El hermanazgo ¿realmente es la excelencia en la escala de relaciones como para haberse convertido en el arquetipo del grado superior y querer "hermanar" a los pueblos? ¿Y entonces Caín y Abel? Pero el tema de la hermandad es otra historia...
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...En los conciertitos de rock... Un buen día a otro ingenio se le ocurrió, muy probablemente debido a la borrachera y a que se le olvidó la letra, poner a cantar a la gente para evitarse la molestia de cantar él, o ella. El resultado es que ahora broten como verdolagas los grupitos y cantantitos que con total impunidad, dejan que los asistentes canten sus buenas estrofas a grito pelón. Yo no sé los demás pero, yo no pago un boleto para ir a escuchar a la gente cantar, ni para unirme a su canto conmovedor y hermanado, si quiero cantar, lo hago en mi casa sin necesidad de pagar nada; yo pago para escuchar a ese grupo y espero que sean lo suficientemente profesionales para que realicen su mejor desempeño en el escenario, no para que con total haraganería pongan a cantar a los incautos, porque ah cómo es fácil manipular borregos. El espectáculo lo dan ellos, no los concurrentes, ya veo yo que un buen día los futbolistas van a invitar a la gente a que entre al campo a echarse una pared "pa que participen y se hermanen todos".
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... Y luego, tenemos a los que descubrieron el efectismo cuatrero de armar coritos de niños para estremecimiento de los espíritus ramplones. Así por ejemplo, en una vomitiva canción como lo es "Another brick on the wall (part II)", se tiene uno que chutar a unos niñitos cantando casi media canción bobadas tales como "we don't need no education", y no faltan los alcornoques a los que se les enchina la piel y piensan que eso es arte del más puro que existe, esos son los mismos pelmazos que seguro tienen a Forrest Gump como gran película o van a una Feria del Libro tan solo que para postear en el facebook que "están en la Feria del Libro", o fueron a ver al patético de Roger Waters cantar lo mismo que viene cantando desde hace 30 años y creer que realmente hay un mensaje ahí, que en algo cambia sus mediocres vidas asistir al circo que arme un viejito monotemático; entre el circo de Roger Waters y el de Quico, hay un solo pasito de diferencia, y entre escuchar el final verdulero de "Hey Jude" con coritos y escuchar a unos niños cantándole Roberto Carlos al Papa, medio pasito.
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La verdadera experiencia estética no es una experiencia común, ni habitual, ni mucho menos, masiva. Ortega y Gasset decía que la mayoría de las personas pasaban toda su vida sin sentir una genuina experiencia estética, así que a no confundir lo que implica escuchar a 100,000 alienados cantar el "Cielito lindo" en el partido de la selección, o los 50,000 que cantan "We will rock you", que es una mera y huera manifestación del espíritu gregario de las personas, con lo que implica tener una experiencia de arte.

martes, junio 21, 2011

Breve extracto de diario fingido

 

9 de agosto 2011 – Abundante cerveza. Imaginarle los últimos días a Kant, o a Chéjov o a Pessoa está muy bien, es una buena forma de urdir una ficción a partir de grandes intelectos, pero ¿y por qué no imaginarle los últimos días por ejemplo a Raúl Velasco? Esto permitiría poner en juego las potencias de un autor para ser completamente fútil y, si se lo permite, idiota.

10 de agosto 2011 – Un extracto implica ya un resumen breve, pero ¿cuán breve debe de ser? ¿Cómo se mide y con arreglo a qué? Si por párrafos o por número de palabras ¿qué pasa si escribo un párrafo más del establecido, ó 3 palabras más? Deja de llamarse extracto para convertirse ¿en qué? O es un extracto con permisos, o extracto con sobrantes, o un extracto impostor. Si se hace un extracto de la vida de Raúl Velasco quedaría corto de germen para llamarse extracto y sería el casi-extracto-de-la-casi-vida-de-un-casi-hombre. Más cerveza.

11 de agosto 2011 – Cerveza derramada en el escritorio. Por qué a los músicos no les da por imaginar obras inexistentes de  los grandes compositores. Por qué no sonorizar los últimos días de Agustín Lara en un bolero hipotético donde el flaco hubiera dejado el último sedimento de inspiración que le quedaba en su deteriorado ser. O ya montados, imaginarle las palabras que acudirían a la mente de García Lorca antes de ser fusilado. Demasiado riesgo, pero hay demasiada vanidad como para correrlo. Probemos ahora con cerveza oscura.

12 de agosto 2011 – Tequila within cerveza. Cuando alguien se pone a escribir, tiene en su cabeza la admitida o inconfesa presunción de que alguien lo va a leer para después, admirarlo, porque tiene la impresión de que sus ideas no son del todo burdas, y que hasta se le ha adelantado al negro Dolina en sus ingeniosidades. Es todo un vil exhibicionismo pues, toda escritura es la gabardina negra que porta quien escribe para cubrir su desnudez que quiere descubrirle al primero que se le cruce en el camino, porque piensa que está muy bien dotado. Pero se sabe que la mejor estratagema contra el exhibicionista, es la burla franca, o la invitación al café de la esquina para charlar sobre su generosa anatomía.

13 de agosto 2011 – Solos el tequila y yo. Pero entonces toda escritura es no solo un acto de exhibición sino una trama de mentiras. Y sí, solo mentiras son, incluidas las autobiografías, hasta aquellas más crudas, como la de Rousseau. Y es que la verdad ya a nadie le interesa, así como en los 60’s gustaban de escribir en las paredes los jovenzuelos del momento que “Dios ha muerto”, también la verdad ha decaído junto con Dios; y los que escribían la contra “Nietzsche también”, tenían mucha razón, Dios y Nietzsche  son la misma cosa bien mirado, y ambos, me caen re bien.

14 de agosto 2011 – Moneda de 10 pesos y aguardiente. Si un político en campaña ofreciera un discurso en donde dijera la verdad y nada más que la verdad, lo abuchearían, le lanzarían restos de torta de tamal y los miembros de su partido lo expulsarían entre mentadas de madre y fintas de cachetazos. Si un chico se plantara ante la chica de la que gusta, y le comunicara con minucia todo lo que es, incluidas sus excrecencias, sus malos olores, sus cavernosos sonidos corporales, sus manías, sus debilidades y sus obsesiones, seguro que antes de terminar la lista la chica ya estaría dentro de su casa buscando por Facebook a quien sepa fingir mejor. La mentira gobierna, mentira rules, por doquier ejerce su soberanía, en cada rincón y dentro de uno mismo, tan eficazmente, que la gente gusta de decir que ama la verdad ante todo, cuando eso no es más que otra ramplona mentira debidamente automatizada.

martes, junio 14, 2011

Pretextos tiene la muerte

 

1. Se dice que los humanos llevamos unos 4 millones de años sobre el planeta. La Tierra, según otras especulaciones, llevaría unos 5000 millones de años y, el Universo completito (cualquiera que sea la idea de lo que los llamados científicos entienden por Universo), tendría algo así como 13.730.000.000 años. Ha transcurrido mucho, demasiado tiempo, tanto, que resulta impensable para cualquier persona concebir en su imaginación tal descomunal transcurrir.

2. El tiempo que la naturaleza se toma en erosionar una roca, en moldear una montaña o en adaptar una especie a su entorno, es mucho. Pero a las personas, con esa miopía congénita que las caracteriza, les da por decir que “no tienen tiempo”. Vaya cosa. A la naturaleza le toma miles de años perfeccionar una especie, y un mequetrefe puede decir con absoluto convencimiento, que no tiene tiempo de nada.

3. La cuestión no es dilucidar si la agitadísima vida contemporánea le ha hurtado todo su tiempo a las pobrecitas personas tan trabajadoras como hormiguitas, no; más bien consiste en preguntarse si cuando un pelmazo dice que no le alcanza el tiempo, verdaderamente está convencido en su fuero interno de su sandez. O dicha frase, ha pasado a incorporarse al florido repertorio de mentiras institucionalizadas que decimos y aceptamos todos los días.

4. Ya es una cuestión de estatus. Decir que a uno no le alcanza el tiempo, es querer dar a entender que uno es alguien importante, con grandes responsabilidades y grandes ocupaciones que atropellan cualquier otra actividad que se le quiera interponer. Asimismo están ya debidamente tipificadas, por los mismos pelmazos obviamente, todas las actividades que implican “pérdida de tiempo” y que quien se dedique a ellas, será visto, irremisiblemente, como un haragán sin remedio. Leer por ejemplo. ¿Los libros? Un objeto decadente. ¿Los lectores? Unos vagos sin oficio.

5. Entonces viene a resultar que el tiempo se pierde y se gana. “Time is money”, reza un dicho anglosajón. El tiempo que reditúa una ganancia, es tiempo bien invertido, el que no, es tiempo perdido, toda aquella actividad que no tenga como resultado algo pecuniario o que pueda implicarlo, obsoleta. Si uno dedica parte de su tiempo a alguna actividad que no vaya a tener un diplomita que pueda colgar en su pared y pueda engrosar su listado de logros en su currículum, está clara y descaradamente perdiendo su tiempo y, por ende, su vida.

6. El jefe que con cara de búho insomne nos viene a pedir que le echemos la mano porque él no tiene tiempo, está flagrantemente mintiéndonos. El ascender puestitos laborales es directamente proporcional a la multiplicación de mentiras para pretextar falta de tiempo. Cualquiera que anteponga su déficit de minutos, es un mentiroso.

7. Hay discriminación, eso sí. Cada quien elige lo que sí quiere y no quiere hacer, y cada quien discrimina sus actividades y les dará un valor o una prioridad. Dada la presión que pueda resultar de informar: “no iré al festival de mi hijo porque me muero del aburrimiento”, se descubrió que diciendo que en la oficina hay un lío enorme y no hay tiempo para salirse, la cosa queda mejor vestida y el mazacote sale bien librado y, con suerte, hasta recompensado porque pobrecito trabaja mucho así que hay que consentirlo.

8. El Tiempo, si es que existe, es otra cosa, y esperar que cualquier granuja comprenda que las estupideces que dice nada tienen que ver con nada, es pedirle peras al olmo. Hubo otros momentos en que el tiempo se midió de otro modo y, aunque resulte extraño, no era ni uniforme ni las horas eran iguales, era el tiempo solar, el tiempo “verdadero”, y bien separado del tiempo mundano que era medido por clepsidras que establecían cuánto debía durar una disputa pública. Se ve que poco a poco se fue quedando ese tiempo mundano y esa idea de fugacidad, de agua que corre (clepsidra viene del griego y significa etimológicamente “ladrón de agua”). Si a eso le sumamos las ideas del modernismo de progreso y de curso lineal de la historia ya estamos: el tiempo es una línea recta y entre menos desvíos tenga uno, mejor y más provechosa la vida. Pobres de nosotros.

9. ¿Pero el Tiempo es una línea recta? Y qué tal que en lugar de a mentir sobre el tiempo, o a hacer del tiempo dinero, nos enseñamos a aprovecharlo, ni dilapidarlo ni ahorrarlo, sino sacar el mejor provecho. ¿Y cómo saber extraer el mejor fruto de cada hora?, a eso, bien se le puede denominar arte de vivir, ¿y cómo se puede aprender ese arte?, ah, esa es tarea de cada uno. Quizás el Tiempo es circular y cíclico, como muchos han sospechado desde la antigüedad. Así que mejor me ejercito, no vaya a suceder que cuando el ciclo se repita, siga yo siendo el mismo imbécil del ciclo anterior.

miércoles, marzo 16, 2011

Luigi y sus ruidosos


Me caen simpáticos los futuristas. De hecho, varios de los ismos de principios del siglo XX me son simpáticos. Me divierten los futuristas y sus loas a la velocidad, la tecnología, la destrucción del pasado, la violencia, las armas, el ruido. Me gusta la pintura de Umberto Boccioni y la de Giacomo Balla; me agrada que al primer crítico que juzgó torpes sus pinturas y propuestas lo corretearon hasta dar con él propinándole una buena paliza que tuvo como resultado el que el crítico se pasara a su bando y fuera uno de los principales difusores del movimiento. Me agradan las propuestas musicales de Luigi Russolo y su arte del ruido, así como el diseño de sus Intonarumori que debieron divertir mucho a Marinetti y erizarle los pelos a más de un pequeñoburgués de la época. Ya Apollinaire los secundaba escribiendo:

Técnicas incesantemente renovadas o ritmos:

Literatura pura Palabras en libertad Invención de palabras

Plástica pura (5 sentidos)

Creación invención profecía

Descripción onomatopéyica

Música total y Arte de los ruidos

Mímica universal y Arte de las luces

Maquinismo Torre Eiffel Brooklyn y rascacielos


Todo bien con estos chicos, incluidas sus belicosidades. Pero ¿el ruido? ¿Realmente el encomio y generación del ruido puede servir para algún fin artístico, liberador, iluminador o algo parecido? Sirve para molestar indiscutiblemente, y eso le da cierto atractivo pero no es suficiente con eso, tendría que ofrecer algo más que incordio. Ya quisiera yo ver a Luigi y a Filippo intentar escribir, pintar o componer en sus casas cuando afuera están pavimentando la calle o a cualquiera de las horas pico. Claro, en los albores del siglo XX los ruidos eran otros. Los Intonarumori de Russolo no emiten sonoridades que le crispen los nervios a nadie en estos días, pero supongo que en aquéllos, un poco sí.

Odio el ruido, amo el silencio. O dicho de otra manera: me gusta vivir en un entorno donde el ruido cede el paso al silencio cuando lo tiene que haber. Pero vivo en una avenida que no parece tener ni un minúsculo cubículo para el silencio, ese silencio bien amado no habita aquí, ha sido expoliado, ha emprendido un éxodo hacia nadie sabe dónde. No hay momento del día, en sus 24 horas, ni en la semana, en sus 7 días, que reaparezca el silencio que seguro alguna vez, hace décadas, desplegaba su serenidad a la hora en que las buenas almas se disponían a descansar. No me he dado a la tarea de contar (porque no quiero amargarme aun más) cuántas ambulancias y patrullas pasan con la sirena encendida. Creo que el volumen de las sirenas se ha acrecentado debido precisamente a que el ruido general ha aumentado. ¿Quién puede concentrarse en algún acto meditabundo, de apreciación espiritual o creación cuando afuera los camioneros gustan de "frenar con el motor" haciendo que todo el edificio trepide como si de un terremoto se tratase?

Schopenhauer era malhumorado, eso todo mundo lo sabe, y se dice que le dio patada y empellón a una señora precisamente porque hacía mucho ruido. Incluso el buen Arthur se permitió escribir un ensayo sobre el ruido y cómo quebranta todas las nobles intenciones del artista y el filósofo. Lo curioso del ensayo, y hasta tierno diría yo, es que Schopenhauer sitúa en el grado máximo de estertor, el chasquido producido por los látigos de los cocheros que "imposibilita toda vida tranquila, paraliza el cerebro, asesina el pensamiento". Afortunado él que no tuvo que soportar la jerigonza del tamalero a todo lo que da su altavoz a las 7 de la mañana, o los helicópteros merodeando para captar las noticias "desde el aire", o el claxon que tan felices hace a todos esos primates que van echados en sus automóviles. Pero el ruido es, como todo en la vida, producto de su tiempo. Si fuera yo investigador y erudito, emprendería la tarea de trazar el camino de los ruidos a través de la historia, me parece un tema sustancioso.

Ese gran hombre que fue Daisetz Suzuki dijo alguna vez, en una conferencia que pronunció en Londres, que él era un humilde campesino proveniente de un lugar donde las casas tienen techos de paja y las ventanas, a diferencia de las occidentales, que son un mero hueco, ocupan toda la pared, y cuando se abren, unen el jardín con la casa, el jardín es una casa la casa es un jardín. Entonces Suzuki contempla los árboles de su jardín y "me parece estar viviendo con ellos y ellos en mí y conmigo". Tiene un pequeño estanque también, y escucha el chapotear de los peces que saltan y para él, ese nadar saltarín es signo de que los peces están felices, no lo puede saber con certeza, pero intuye que es así. Me pregunto cómo sería la vida de uno que vive entre el estrépito tecnológico, si cada mañana amaneciera mirando los árboles en derredor y escuchando a los peces saltar en el estanque.

Sospecho que el problema del ruido no reside en el ruido mismo, sino dentro del neurótico cerebro de los quejosos citadinos, al menos de éste citadino en particular. Es posible que si hubiera vivido con el maestro Suzuki, en algún momento lo hubiera espetado con algo así como "¿podrías cerrar la puta ventana que esos pinches pescados no me dejan dormir?


viernes, enero 28, 2011

Declaración no solicitada de principios

  1. Descreo de todas las personas que al encontrarme en la calle o en alguna reunión después de mucho tiempo de no vernos me dicen: "qué bien que te ves".
  2. Descreo de todas esas personas que repiten servilmente slogans ecologistas, ambientalistas, naturalistas, orientalistas, budistas, taoístas y cuanto discursito chabacano se encuentre de moda al momento.
  3. Descreo de todas las personas protectoras, comedidas, pródigas, altruistas, circunspectas, probas e impolutas.
  4. Descreo de toda acción desinteresada.
  5. Descreo de todos los llamados "hijos de familia".
  6. Descreo de toda frase amorosa que empieza pronunciando que "nunca antes...", o "es la primera vez que..."
  7. Descreo de todas y cada una de las cosas que digo cuando me da por decir algo.
  8. Descreo de la versión que de un acontecimiento me da una persona.
  9. Descreo de todas las personas que dicen llevar una vida cristiana cuando cada uno de sus actos indica lo contrario; y descreo de las personas que se proclaman ateas cuando sin darse cuenta, su descreer tiene toda la estructura religiosa.
  10. Descreo de cualquier palabra, verbo, sintagma, vocal y consonante emitida por un médico.
  11. Descreo de lo que mis sentidos me reportan, especialmente la vista, esa maldita embustera.
  12. Descreo cuando ante una situación amenazante, alguien te dice que "está todo bien".
  13. Descreo de que la tecnología haga más fácil la vida a la gente.
  14. Descreo de los matrimonios, novios, concubinos y amantes que tras más de una década de relación dicen que están mejor que nunca.
  15. Descreo del supuesto amor a la patria.
  16. Descreo de los que dicen que no les alcanza el tiempo.
  17. Descreo de los que dicen estar agotados mentalmente.
  18. Creo que lo único que no está sujeto a descreimiento, es la irrevocable hora de nuestra muerte.

    He dicho

lunes, enero 17, 2011

De lo nauseabundo

Para Kant el asco, era el límite al cual el Arte debía constreñirse. Según él, las representaciones que suscitan asco, son mostradas como si "nos apremiaran a gustarlas", por lo cual, la distancia que la experiencia estética ejerce entre el objeto y el espectador, se anula. Es muy curiosa esa relación entre el sentido del gusto y la náusea. Los perros no vomitan porque miran a un congénere atropellado y destripado en el pavimento. Al parecer el ser humano es el único animal que vomita porque siente asco, y supongo que siente asco porque tiene capacidad de abstracción e imaginación. Todo lo putrefacto y fétido provoca náusea, y todo lo que es susceptible de descomponerse contiene en sí el germen de lo nauseabundo. Kant sugiere que al mostrarse en el Arte dichas representaciones de lo asqueroso, sentimos como si nos invitaran "a comerlas", y de ahí la reacción vomitiva. Digamos que en su parte exclusivamente instintiva, el vómito es un mecanismo de defensa cuya finalidad es expulsar del organismo aquello que amenaza su estabilidad. Pero por ejemplo ¿qué sucede cuando alguien dice sentir asco cuando ve a una o varias cucarachas paseando por algún mueble de su cocina? ¿O cuando encuentra el jabón incrustado de pelos? ¿Será realmente una oscura sensación de que "podríamos comer" eso? Tras mis cuestionamientos, varias personas me han dicho que las cucarachas les provocan asco porque deambulan entre la suciedad y la podredumbre, y transmiten enfermedades. Pero las moscas también, por ejemplo, y yo no he visto nunca a nadie manifestar tal reacción de asco y repugnancia cuando algunas sobrevuelan el frutero. Lo de los pelos resulta más oscuro y enredado. ¿Cómo un pelo que quizás fue acariciado un momento antes, pasa a ser agente de reacciones nauseabundas unos minutos después solamente porque ya no se encuentra en su lugar de origen? El pelo en la sopa, que es ya un cliché del asco, cumple la observación kanteana de "comerse" lo nauseabundo, ¿pero el pelo en el jabón?


 

Muchos escritores, pintores, cineastas y demás, se han valido de esto para mostrar deliberadamente asquerosidades con el único afán, me parece, de molestar al espectador. Molestar por puro placer de retorcerle las panzas a los apacibles observadores, por puro y aristocrático placer, como dijo cierto escritor francés. Y a mí me divierte eso. Eugenio Trías piensa que la risa, es el único modo posible en que el Arte puede presentar lo nauseabundo sin que se pierda el efecto estético. Pero a mucha gente "eso" no le provoca la risa. A mí sí. Hay una película muy poco conocida llamada The Dark Backward, que es de lo más asqueroso que he visto, y me parece no solo muy divertida, sino excelente. Sudor, basura, necrofilia, pollos putrefactos que son comidos con la misma solicitud que si acabaran de cocinarlos, son algunos de los elementos que se ven en la película, pero son mostrados de manera tal, que sí, uno siente asco, pero también se ríe, y eso mitiga el displacer transmutándolo misteriosamente, en una gozosa experiencia.


 

No sé por qué me atrae lo nauseabundo en Arte, y lo siniestro y la fealdad. Quizás porque me gusta que me molesten y porque me gusta molestar. Lo que sí es que hay mucho más detrás de las narices fruncidas de las buenas consciencias ante el espectáculo de una cucaracha que les recorre las inconsciencias.

lunes, enero 10, 2011

Un rapidín nocturno

a) Uno se retira de la fiesta, de la reunión, del banquete, de la casa, del país o de donde quiera que se decida retirar uno por razones que pueden variar floridamente, y piensa en algún lugar de su mente que algo de su persona permanecerá en el lugar abandonado. Y no solo algún objeto olvidado, o algún objeto llevado para la ocasión, sino algo etéreo de su persona que flote en el recuerdo de los que se quedaron. Lo mismo aunque más intenso para cuando se retira uno de la vida de alguien. A uno le da por imaginar que la entera vida de ese alguien quedó para siempre poblada, colonizada por las huestes briosas que dejó uno ahí apostadas.


b) Macedonio Fernández escribe un mini cuento magistral en el que una mujer, movida por "un fugacísimo deseo de mal", se aleja de su pareja, pero deja, derramada sobre el piso, su sombra que él, con el transcurrir de los días, intenta infructuosamente despegar.


c) Sería perverso poder dejar nuestra sombra estampada sobre alguna pared del lugar que abandonamos. Y la realidad es que nada de nosotros permanece cuando nos retiramos. La vida prosigue su traquetear y la gente continúa su cotidiano existir, no dejamos ninguna silueta marcada en el piso que haya que lavar con poderosos químicos, ni pelos ni señales visibles que mantengan a los demás en estado de continua añoranza de nosotros.


d) Baudelaire escribió que "Cuando un hombre se mete en la cama, casi todos sus amigos sienten un deseo secreto de verle morir…" Y se me dirá que ese tal Baudelaire estaba loco, que nadie en su sano juicio podría pensar semejante canallada. Asimismo se me dirá que nadie en sus cabales abandona un lugar pensando en que al retirarse, algo de sí permanece suspendido en el ambiente y memoria de los que permanecen. Pero todos albergamos pensamientos oscuros y salvajes, solo que no muchos tienen la valentía de aceptárselos.


e) En el caso de que haya personas que "dejan huella", son solo unas pocas iluminadas, o iluminadoras, pero la gran mayoría pasamos desapercibidos. Pasamos por la vida como ese hombre del cuadro de Magritte "El hombre del periódico". Esté o no esté, lo mismo da, todo el entorno, todo lo material y grávido, permanece exactamente igual después de su partida. O, quizás, siga ahí, con toda su nulidad disolviéndose en el entorno.