miércoles, diciembre 01, 2010

Ondas & Agnes

A medida que voy para mayor, empiezo a notar en mi temperamento algunos refunfuños propios del abuelo. Quisiera decir que son propios de la madurez pero… A pesar de mi avanzada edad, sigo sin comprender muchas cosas, entre ellas, lo que se quiere significar cuando se habla de "madurez". Uno de mis achaques empieza a ser el de considerar que todo tiempo pasado fue mejor, así bien de abuelito charlando en el geriátrico tomando un té de gordolobo. Y como buen anciano me acude a la mente un viejo texto de un viejo autor, gran decidor de viejas verdades: Don Francisco de Quevedo y Villegas, quien en El mundo por de dentro se encuentra con un viejo harapiento y maltrecho que le confiesa ser El Desengaño. Lo invita a caminar por la mayor avenida del mundo para mostrarle lo que el mundo verdaderamente es por dentro. Dicha avenida es La Hipocresía. Bueno, ese es mi segundo achaque: el desengaño. Ya no me creo casi nada, a todo le encuentro su componente fraudulento y sí, ciertamente creo que todo gira en, sobre, por y para la hipocresía.

Hace un rato me puse a pensar en eso cuando me percaté que, en lo que a música se refiere, disgusto a rajatabla de aquellos grupos o solistas que más preocupados están por fabricarse una imagen, que por componer música buenamente hecha. En cuanto veo al o la cantante que se hacen los: diabólicos o intelectuales o incomprendidos o malditos o irreverentes o galanes o locos o inocentes o poetas o gañanes o tiernos o lo que quiera que se les ocurra simular que son, mi reacción inmediata es de repudio. Uno nota fácilmente cuando dichas actitudes, son simple y vana pose efectista. Por oposición es fácil notar cuando alguien sale a un escenario portando nada más que lo que es, sin agregados fantoches, ofreciendo lo que se supone que tendrían que ofrecer todos los que a eso se dedican: música. O sea, aprecio a los que no se disfrazan, sea el disfraz del metalero, el del indie, o el del sex symbol.

Pongo a continuación dos videos de gente que, comparada con la parafernalia tan en boga, no manifiestan gran despliegue de "imagen". Los pongo a ellos no porque sean la gran representación de lo que digo, sino simplemente porque hace rato veía sus videos y porque me gustan, pero ejemplos de lo que mis achaques me indican, tengo muchos.

Agnes Obel es una chica danesa que sacó su primer disco hace un par de meses. No es el gran disco ni está descubriendo el hilo negro de nada, pero en varias canciones se percibe a una chica talentosa y que lo que está intentando hacer, lo está haciendo bien.

Las Ondas Marteles son un trío francés que llevan editados dos discos. En el primero, influidos por la música mexicana y cubana que escucharon en sus viajes por ambos países, intentan tocar boleros. Musicalmente no lo hacen mal, pero el lío es que intentan cantar en español. Español mal pronunciado, y eso, inevitablemente, desluce. En su segundo disco se mudan al blues y al rockabilly, y ahí sí me ganaron, a pesar de cantar ahora en inglés, pero un inglés bien pronunciado.

Así que puede uno ver en estos videos a gente sin pretensiones, haciendo buena música, porque, insisto, ni están haciendo nada nuevo, ni creo que sea su objetivo; simplemente eso que hacen, lo hacen muy bien, sin fantochadas. Si alguien pasa por aquí, dele play a los videos y una buena música podrá escuchar. Y si nadie pasa, pues ese ausente se lo pierde.


Las Ondas Marteles - Poor Little Baby - A Take Away Show from La Blogotheque on Vimeo.


 

lunes, noviembre 08, 2010

Conversation

Harry es un hombre con el que me identifico. Solitario, ensimismado, maniático. Es muy disciplinado y recatado, y en eso no nos parecemos. Es una de esas personas que supo sacar provecho de sus perversiones, en el caso de Harry, del oscuro impulso por fisgonear y que rimbombantemente se le conoce también con el término de voyeur. Es un experto en el arte del espionaje, nada se le escapa, puede grabar la conversación que dos personas tienen, en una plaza pública, mientras caminan en círculos como los peripatéticos. Algo de fascinante hay en escuchar la conversación trivial que dos personas aleatorias tienen en un lugar público, digamos, cuando están en su hora de comida. Lo que menos desea un hombre con un riguroso sentido de la privacidad, es la intromisión del temido otro, (cómo no va a ser estricto con su privacidad un hombre experto en traspasarla).

A veces las cosas con apariencia más inocente e inocua, tienen oculto algo maligno, dañino, mefítico. Eso lo he aprendido muy bien. La conversación casual de una tarde de plaza, parece no ser tan inocente, ¿o sí lo es? Todo se ve según el mentado cristal que se interpone, y esos cristales, como el velo de Maya, son engañosos, veleidosos; pueden hacernos ver algo como angelical y caprichosamente después, verlo como infernal, incluso a las personas, dependiendo el cristal, se nos aparecen como santos o como demonios. Habría que prescindir de una vez por todas de tantos cristales y aprender a mirar las cosas como realmente son, no como las distorsionan. Harry se ve inmerso en un asunto peligroso, imbricado. Teme, más que por su propia integridad, por la vida de esas dos inocentes personas a las que su grabación, ha puesto en grave riesgo.

A Harry le gusta la música. Le gustan las mujeres y tiene una, solo que ella no lo tiene a él, ella no sabe nada de su vida, no sabe ni su edad. Nadie sabe ni siquiera su número telefónico y de hecho, el aparato telefónico lo tiene guardado dentro de un cajón, como una herramienta más. Harry toca el saxofón, el único punto de fuga de su apretada y rígida rutina, es ese soplar nocturno. Su angustia ante la posibilidad de que dos inocentes tengan el peor de los finales lo lleva a querer salvarlos, y en ese intento de salvación propia y ajena (porque él, a su modo, se está intentando salvar también pero de algo más profundo), lo lleva a descorrer el velo de Maya y descubrir una terrible realidad. Una tarde suena el teléfono. Ese sonido reproducido de miles de formas en miles de casas del mundo, en la suya no puede representar sino el anuncio de la catástrofe, de la invasión, de la violación, de la pesadilla de saber que alguien ha traspasado su hermética privacidad. Le advierten que mejor no se siga entrometiendo en donde no lo llaman porque le puede ir muy mal, y como prueba de que lo están vigilando, le reproducen la pieza de jazz que estaba tocando unos minutos antes. Harry es presa del pánico y la desesperación. Rompe todo lo que encuentra a su paso en su departamento buscando el micrófono intruso. No lo encuentra. Termina rompiendo hasta una figura de la virgen que por recato, había respetado. No hay nada. El mundo enclaustrado que metódicamente había construido, se ha venido abajo, se ha hecho trizas en unos minutos. Cuántos mundos construidos durante largo tiempo se harán añicos en unos cuantos minutos todos los días. Ahí, sobre las ruinas de su fortaleza de soledad, se pone a tocar el saxofón. El mundo en derredor está devastado, pero él sopla su instrumento, porque ya nada, de ninguna manera, puede importar más. Esa es una imagen que, en momentos como este, acude a mi mente y lamento, de verdad lamento, no saber tocar algún instrumento que me lleve lejos.  


sábado, octubre 23, 2010

Yendo

A mi querida Natalí, que se lo tenía prometido y le gusta que le recomiende música

Cuando leí que Lhasa de Sela había muerto (el 1° de enero de 2010), sentí una sacudida corporal extraña, brevísima, pero rotunda. No la conocía personalmente ni sabía mucho de su vida, tampoco soy de esas personas ridículas que simulan luto cuando fallece algún famoso y quieren aparentar una tristeza espuria que solo payasada es en el fondo. Repito: breve fue el estremecimiento, nada más. La vida es siempre tétricamente sorprendente, y el hecho de sorprender es lo que la hace tétrica. Un día antes de que falleciera, yo estuve leyendo sobre su vida, sobre el hecho de haber sido hija de hombre mexicano y mujer estadounidense, de haberse criado en Canadá y haber vivido en Francia, de haber integrado un circo con sus hermanos, de haber creado una música ecléctica sacando provecho de ese sincretismo en el que creció y vivió. Y yo leía eso y pensaba "qué interesante que debe de ser esta chica". Juro que esto lo pensé un día antes. Entonces yo ya sabía que tenía cáncer de mama pero desconocía su estado (¿por qué habría de conocer el estado de su enfermedad de hecho?). Leyendo en el trabajo un diario financiero (la vida con sus cosas raras), encuentro en un rincón de una hoja, una notita que decía que la cantante Lhasa de Sela había fallecido el día anterior. Fue esa conjunción, el haber estado pensando en ella el día antes mientras escuchaba su último disco, y lo absurdo de encontrar en un diario financiero el anuncio de su muerte al día siguiente, en un diminuto rincón de la hoja, como para llenar el espacio con algo,(y qué extraño que hayan elegido esa nota), lo que me sacudió. Dudo que otro diario argentino la haya incluido. Y al leer sentí una gran pena, porque era una chica muy talentosa, porque la vida es muy jodidamente rara y porque con toda seguridad iba a seguir haciendo una excelente música como la que ya había hecho. 

Hoy, caminando como extraviado por alguna calle bonaerense, escuchaba música. Me gusta caminar sin rumbo escuchando música. Tenía activado el modo aleatorio y entonces me soltó "I'm going in", de Lhasa. Creo que no le había puesto atención a esa canción. Qué honda. Es una suerte de despedida. Y yo me puse a pensar en la muerte, en la mía, no en la metafísica del morir, sino en la sensación física de expirar; y sentí miedo. De pronto me di cuenta que no me gustaría morir, al menos en el corto plazo, y no sé por qué, si consideramos que no tengo grandes planes ni grandes objetivos vislumbrados. Simplemente no quisiera por el momento. No estoy preparado aun. Y sé que la vida debiera ser eso, una preparación, un adquirir para después dispensar. Todos los ensayos que escribió Michel de Montaigne encerrado en su biblioteca, todo ese torrente de sabiduría e inteligencia fue, como él mismo lo dijo, una filosofía para bien morir. Eso, hay que aprender a morir, a bienmorir, y evidentemente a mí me falta mucho por aprender. Sin embargo siempre he sido de los que les gusta hacer todo en el último momento, de los que prefieren improvisar. Sabía que se venía un examen complicado en la universidad pero lo dejaba todo para el último momento, total, lo que no había aprendido en meses no lo iba a aprender en una semana. De cualquier forma así como a los profesores no les interesa si uno no estudió, a la vida menos le va a interesar si uno no se preparó, el tiempo no se detiene y uno se acerca cada segundo más a su final.

Dejo un video de Lhasa cantando en vivo (qué frase), en un loft en Canadá. Se le ve contenta, en un ambiente íntimo. Creo que fue grabado no mucho antes de que falleciera y eso le da más lustre a su risa. Además filmada por Vincent Moon, que mucho habría por escribir sobre las fimaciones musicales de este buen hombre. Qué ganas de haber estado en ese loft esa noche.  "Love came here" es la canción. Esa es una buena lección, esa que dice la canción: "love came here and never left". Me quedo con eso.


 

domingo, septiembre 26, 2010

Conductas urbanas 1

Soy un hombre citadino. En un futuro impreciso quisiera ser un hombre campirano. Dado que soy un hombre citadino y a su vez soy un huelemoles y un metomentodo, he venido observando algunas conductas de la gente en las grandes ciudades, y que se me antojan curiosas y llamativas. Paso a comentarlas:

Conducta en los ascensores.- Como resultado de exhaustivas investigaciones dirigidas por quien esto escribe, he venido a descubrir que la gran mayoría de la gente, cuando a solas se esncuentra esperando la llegada del ascensor, prefiere que éste, venga vacío. Es curioso porque incluso personas altamente sociables, preferirían ir solas en el elevador. ¿Repudio hacia el prójimo? ¿Ganas de mirarse en el espejo (cuando el ascensor cuenta con uno) impúnemente sin testigos? Sea lo que fuere, lo que me parece innegable es que algo de incomodidad espiritual brota como espuma cuando más de una persona van dentro de un ascensor. Si son dos los desgraciados, el desagrado encuentra fácil ubicación ya que una persona se coloca pegada a la puerta dando así la espalda a la que se ha colocado al fondo. Tú en tu rincón, yo en el mío y que la Virgen haga rápido el trámite. Cuando son 3, 4 o más, la cosa empieza a tornarse extravagante. Dado que el fin parece ser eludir la mirada del otro, uno se ubica o de cara a la puerta, o de espaldas, de costado e, incluso, alguna vez vi a uno paradito con la cara en el rincón, dándonos la espalda a todos como si la maestra lo hubiese castigado. Algunos clavan la mirada en el suelo, otros en el techo como quien busca una idea profunda, otros, siempre simpáticos, miran el tablero que indica por cuál piso vamos como quien mira el reloj del estadio cuando su equipo va perdiendo por un gol. Creo que seremos más de uno también, los que queremos estrangular a los que abordan el elevador para abandonarlo dos pisos arriba (o abajo). ¿Tanto les pesan las carnes como para desplazarlas por las escaleras? Son simpáticas asimismo las personas que al llamar al ascensor para bajar, oprimen el botón de subir y lo peor, cuando el ascensor llega y la puerta se abre como cortina de teatro dejando ver a un grupo de actores más bien malhumorados, la persona pregunta con la candidez propia del idiota: "¿sube?" La cortina se cierra mientras los dientes de los actores van asomando brillosos en señal de contienda. Tenemos (quizás a esa misma persona que pulsa el botón de subir cuando quiere bajar) a quien, ante la demora del ascensor, empieza a oprimir repetidamente el botón de llamado como si fuese Nintendo y entre más rápido oprima más rápido corre Mario Bros. Me da por pensar que quizás las personas somos más antisociales de lo que se imagina. Salvo la bendita excepción consistente en encontrarse en el ascensor a esa persona que le gusta a uno (y es precisamente por esa espuma de intimidad de los ascensores por la que resulta idóneo el encuentro con esa persona y abominable con el resto de la humanidad), encuentro que, dicho sea de paso, casi nunca sucede, uno siempre va a preferir lo inhóspito a la multitud.

Conducta en el subte.- El condicionamiento más puro lo venimos a encontrar cuando, ante la disponibilidad de asientos, las puertas se abren y las personas entran con una voracidad espeluznante a ocupar alguno, como si fuese lo más preciado, como si fuese una obligación cívica ir sentado, como si viniesen de una extenuante peregrinación de rodillas para ver a la Virgencita, como si hubiesen premios a los que ocupen los asientos. Dicha conducta le veo de igual manera tanto en el subte bonaerense como en el metro mexicano, aunque quizás con un poco más de salvajismo en el metro. Lo que es radicalmente opuesto, es lo que acontece cuando sube algún espontáneo a ganarse unos pesos cantando algo. En el subte, para mi asombro la primera vez que lo vi, cuando alguien entona alguna copla al son del charango, la gran mayoría de la gente no solo le presta atención, sino que cuando la canción termina, le aplauden. La otra cara de la moneda se da en el metro en el momento en que un bohemio se sube a cantarles con todo respeto esta canción que dice más o menos así... No solo ni lo miran, no le aplauden ni le dan una monedita, sino que si pudieran, lo lanzarían por la ventana. Cuando uno va en el subte a hora pico se torna complicado subir lo mismo que bajar, pero se puede hacer sin demasiadas complicaciones con la colaboración de la gente, al grado de que la gente que va sentada se levante de su asiento en el momento en que el subte se detiene en la estación en que se va a bajar sin que ello le implique mayores obstáculos. En el metro la cosa tiene otra logística. En hora pico no solo es difícil subir, sino que se corre el genuino riesgo de bajar varias estaciones después de la deseada. Al que va sentado más le vale irse levantando unas 2 estaciones como mínimo antes de la deseada y vaya abriéndose camino como en la selva, a machetazo limpio porque de lo contrario no podrá bajar. Hombres y mujeres recurren al caballazo y codazo como método único de interacción subterránea. Nadie colabora y la necesidad del otro representa poco menos que nada. Alguna vez, hace muchos años iba yo en el metro, a eso de las 7 de la mañana que es cuando la vida no vale nada ahí dentro. Eso era una lata de sardinas y llegamos a una de esas estaciones donde no baja nadie. Un señor estába lejos de la puerta y esa era su estación. Dado que era tempranito había un gran silencio, a pesar de la enorme cantidad de sardinas que viajábamos, entonces se escuchó clarito al señor que dijo "con permiso"... Ninguna respuesta, ni sonora ni motriz ni religiosa ni nada. Segundo "con permiso"... Segunda ausencia de vida humana. El timbre sonó indicando que o te bajas o te llevo y entonces el buen hombre dijo en alta voz una exclamación que me hizo el día y jamás olvidaré: ¡¡¡No mamen!!!... Tercera y última ausencia de señales de vida. Alguien pareció moverse un poco pero estoy seguro que fue porque reía por lo bajo.

Linda la ciudad ¿no?

lunes, agosto 16, 2010

Modesta propuesta

Viene y me dice: "¿Podemos priorizar esto?" Le contesté cualquier cosa, pero me quedé pensando en la frase y en lo mucho que me enfada que una persona incapaz de dar una orden, directriz o indicación, recurra al uso del plural para evitar el incómodo singular. Hay quienes piensan que decir en plural una orden es de buen gusto o de una delicadeza que suaviza cualquier aspereza que el mandato pueda contener. Pero no, ni suaviza ni atenúa, más bien irrita. Por lo menos a mí. Y en este caso la irritación fue múltiple no solo por el uso del plural de entrada, sino porque la persona que me dijo eso no tiene motivo alguno para venirme con órdenes simplemente porque no es mi jefa. Para acrecentar mi enojo, incorporó a su enunciado el dudoso verbo "priorizar", que tan de moda está en nuestros días. Ya se sabe que cuando algo se pone de moda (sobre todo en el lenguaje), es casi seguro que algún equívoco hay. Tengo entendido que no hace mucho la Academia aceptó el término "priorizar", pero el hecho de que a fuerza de mal uso generalizado de una palabra se le termine incorporando a la Academia, no impide que a mí se me ericen los pelos del antebrazo. Si ésta chica me hubiera dicho: "¿Podrías darle prioridad a esto?", seguro que, tan solo por la construcción de la frase, le habría dicho encantado que sí. No pretendo hacerme pasar por filólogo o lingüista porque yerros gramaticales es lo que debe de sobrar en lo que escribo. Me atrevo a decir que cada vez es más difícil encontrar a alguien (incluidos escritores y académicos) que escriba con inobjetable perfección gramatical. Empezando porque la gramática está plagada de cuestiones de matiz que dan pie a la discusión. Sin embargo la enorme cantidad de barbarismos que se tiene que fumar uno todos los días (sobre todo en ciertos ámbitos, como el de los negocios o el de la prensa), me da repeluznos. Por ejemplo, noto una tendencia en los periódicos argentinos, mexicanos, chilenos y asumo que de toda latinoamérica, a omitir en los títulos de sus notas no solo artículos, sino pronombres y hasta preposiciones. Habrá escasez de tinta... Y están también los "falsos amigos". Hace algunos años la prestigiosa editorial Gredos publicó un extenso diccionario de falsos amigos y creo (a pesar de que debe de costar una fortuna), que debería uno hacer el esfuerzo y comprarlo. Y cada jefe de oficina debería de tener uno a mano, para aprender a expresarse con más legitimidad y no salir con palabrejos tales como "proactivo", "estimativo", "viernes informales" (que incluso he llegado a escuchar decir a algunos que en su oficina hay "casual friday"), el uso del término "informal", por ejemplo en el vestir, como sinónimo de "desenfado", "deportivo", "coloquial", es un falso amigo también porque en estricto castellano no significa nada de eso. El uso de la palabra "sofisticado", que tanto enseñorea a la gente, me pone muy mal también.

Bueno, para ir terminando con un tema que tiene tela para mucho cortar, solo diré que sería bueno incorporar a la vida cotidiana alguna estrategia punitiva de corrección lingüística. Por ejemplo que cuando alguien nos diga "fui a un bar muy bizarro" ahí nomás le demos un puntapie en la espinilla y, mientras se soba le expliquemos afablemente el genuino significado de la palabra bizarro y cómo la ha utilizado erróneamente. Estoy convencido de que pronto tendríamos mejores hablantes y escribientes, quizás no tanto caminantes pero eso ya es lo de menos.

domingo, julio 18, 2010

Sobre cómo aburrir

Bueno, la vida siempre ofrece varios ángulos de percepción. Dependerá de la capacidad de cada uno para diversificar sus puntos de vista/

pienso, por pensar en un simple ejemplo del vasto número de ejemplos que se pueden citar, en la Divina Comedia. Quiso un oscuro hilo conductor que guía todas las cosas que hacemos que llegara a dos libros, en el mismo día, que hablan sobre la Divina Comedia desde dos perspectivas muy diferentes. Uno es "El esoterismo de Dante", de René Guenón, y el otro "Coloquio sobre Dante", de Ósip Mandelstam. El primero busca desentrañar el contenido esotérico de la obra, partiendo de la premisa de que el propio Dante advierte que su libro puede ser interpretado de cuatro formas. Para Guénon la esotérica es la cuarta, y encuentra un entramado vinculado a los Rosacruces y los Templarios. Dado que desde los 80's se puso de moda el tema de los Templarios y tiene su culmen con el advenedizo Dan Brown, se podría pensar que el libro de Guenón calza en el mismo molde, pero no confundir el interesante estudio de Guénon con las pretensiosas elucubraciones que pululan por doquier actualmente. El libro de Mandelstam se concentra en el aspecto estrictamente poético del libro, en su sonoridad, en el ardiente deseo sensual por la rima de los viejos italianos. Al igual que Bachelard, Mandelstam posee tal veta poética, que termina escribiendo poéticamente sobre la poesía; ambos escriben bellamente sobre las bellezas de la lengua. No cualquier libro suscita lecturas múltiples. Uno puede leer la conferencia de Borges sobre la Divina Comedia y encontrará otros aspectos, de hecho, el mismo Borges se refiere a la idea de Escoto Erígena sobre las sagradas escrituras y de cómo ofrecen infinitas interpretaciones, como el plumaje tornasolado de un pavo real. La vida es así, la vida es espejo de la gran literatura, o viceversa, y ambas reflejan exactamente lo que la otra es.

Sin embargo a veces pareciera que todo es más sencillo, que todo tiene una simpleza diáfana y evidente. Pienso entonces en el Guardador de Rebaños, de Fernando Pessoa/Alberto Caeiro. La única metafísica es que no hay metafísica alguna, todo es lo que es sin pretender ir más allá de lo que se muestra, sin escatologías ni capas de interpretación. Y yo termino como badajo percutiendo en una y en otra, dependiendo de mi ánimo. En esa maravillosa novela que es "El hombre que era jueves", Chesterton dice por boca de Syme que ha descubierto el secreto del universo, y es el hecho de que siempre vemos la espalda de todo, de que nos falta siempre por descubrir la cara. La maestra literatura de Chesterton está plagada de espaldas a las que diestramente va volteando para verles la cara. Así que se opone la postura Caeiro/Chesterton. ¿A cuál atender? ¿Cuál es la que verdaderamente nos muestra la trama de la vida?

Alguna vez, charlando con cierta persona, iba yo a comentarle todo esto. Empecé diciendo "Bueno, la vida siempre ofrece varios ángulos de percepción. Dependerá de la capacidad de cada uno para diversificar sus puntos de vista/".

Ahí se levantó diciendo "uy se me olvidó mostrarte algo que me regalaron". Se fue y me quedé con mi Dante y mis pavos reales ahí de puntitas en la punta de mi lengua haciendo equilibrio para no caer a la nada misma. Se ve que se aburría.

sábado, julio 10, 2010

De la insania


En charlas de borrachera o en revistitas de adolescentes no falta la pregunta ociosa de ¿Qué 10 libros te llevarías a una isla desierta? ¿No es más sencillo preguntar cuáles son los 10 libros de nuestra predilección que armar un contexto bobalicón como el de la isla? En alguna borrachera me preguntaron sobre las 10 películas que me llevaría a la dichosa islita (asumo que en la inhóspita isla hubo alguna vez humanos realizando la instalación eléctrica pertinente porque de otro modo no sé cómo voy a ver mis 10 peliculítas). De aquella lista dada hace ya muchos años al día de hoy han variado mis 10, pero hay una que permanece inamovible: Brazil. No voy a hablar de la película, solo del final. El final feliz de la película es un hombre que se vuelve loco. Sí, eso es un feliz final. Sí, la locura puede ser una opción feliz. ¿Uno opta por ser loco? Ese es el quid de la cuestión, el preguntarse e intentar responderse si la locura podría llegar a ser un acto de la voluntad.

Conozco innumerables personas que gustan de decir "no es que yo estoy bien loco"... Alguna vez no me quedé con las ganas y a quien me informó de su fingida locura le dije que no, loco no es lo que precisamente eres, sino imbécil, que no son la misma cosa. Se da por tomar "locura" por irreverencia, rebeldía, inconformismo, extravagancia. Pero lo más risible es que quienes se autonombran locos porque se sueñan irreverentes, no son ni lo uno ni lo otro, sino simples y lastimosos pobres diablos. Yo aquí hablo de genuina locura, insania, ruptura total con la realidad. El personaje de Brazil sueña. Sueña todo el tiempo. Sueña con una mujer, sueña que es un héroe blandiendo su espada en defensa de esa la mujer de sus sueños. La mujer de sus sueños existe pero desde que la conoce empieza ya a perderla, se le escapa, se le diluye precisamente como el recuerdo del sueño cuando empieza uno a abrir los ojos y quiere infructuosamente retenerlo y se desvanece. Ante la realidad de que la mujer de sus sueños ha sido asesinada por un régimen despótico y él es torturado, elige perderse en un sueño, en el de que todo en realidad está bien, de que todo salió perfectamente y él está con la mujer de sus sueños viviendo en un lugar apartado e idílico lejos de ese asfixiante mundo dictatorial y de burocracia asfixiante.

Creo que fue Cortázar quien tuvo la brillante intuición de decir que la locura es un sueño que se fija. En el final de Brazil es exactamente eso lo que sucede, el personaje enloquece porque se queda fijado habitando un sueño, se va, abandona la realidad en aras de un sueño que la supla. Y es feliz. La expresión del rostro de Jonathan Pryce es de una ambigüedad y maestría que me fascinan. Ambigüa porque sonríe, feliz de permanecer en el sueño, pero sus ojos húmedos lloran. Desencanto y felicidad todo junto, cordura (en los ojos) y locura (en la sonrisa) conviviendo simultáneamente.

Debe de existir la forma, inexplorada aun, pero no por inexplorada inexistente, de elegir una imagen, un punto de nuestra vida pasada, o imaginaria, o soñada, en el que nos podamos asentar, colocar, insertar, y quedarnos ahí para el resto de nuestra vida, idos, chalados, chiflados, piantados, felices, sin que nada, nunca más, importe.

Yo ya tengo esa imagen. Es un sueño que tuve hace unos 7 años de un cierto viaje en globo. Ahí es donde elegiría fijarme.

lunes, junio 28, 2010

De la contumelia

Iscariote Reclús, después de haber sobrevivido al paludismo y haber pasado las fiebres, empieza a comportarse con cierta extravagancia y una de sus primeras, fue la de quererle cambiar el nombre a su novia: "Armonía del Vivir Pensando", fue el nombre que el Iscariote había compuesto para su novia (que hasta ese momento respondía al nombre de Consuelito). Al escuchar Consuelito cuál iba a ser su nuevo nombre, dijo al Iscariote (cuyo nombre original era el de Saturnino): "Mira Satur, di tú que una es educada y de buenos principios, pero esto que me dices, ¡te lo juro!, es como para cagarse en tu madre".

Esta anécdota pertenece al cuento El ciudadano Iscariote Reclús, del fenomenal hombre y escritor que fue don Camilo José Cela, quien no solo sabía escribir con maestría, sino que sabía mucho del arte de insultar. Arte añejo como el mundo y vario como las lenguas. No han faltado los que se han abocado a pasar revista por él, empezando por el propio Cela quien con sus dos tomos del Diccionario Secreto, asentó con gran ciencia de lexicógrafo paciente todo tipo de acepciones de esos términos altisonantes que hacen fruncir las narices de los académicos solemnes. Baste recordar la enorme lista de derivados de la palabra "cojón" que anota don Camilo, y el comentario que hace sobre el torero Alfonso Cela, a quien le escuchó explicar que "El forro de los cojones es lo más práctico que se ha inventado, porque sería una leche el tener que llevarlos siempre en la mano, con riesgo de perder alguno".

Insultar es práctica cotidiana y casi automática, por eso sorprende cuando a algún inspirado se le ocurren ingeniosas formas del insulto. Borges, a quien cuesta mucho imaginar insultando o dirigiéndose procazmente a alguien, escribió un breve texto sobre "El arte de injuriar". Uno de sus ejemplos es una copla andaluza que, en un segundo -dice Borges- pasa de la información al asalto:
Veinticinco palillos

tiene una silla,
¿Quieres que te la rompa
En las costillas?

Esto me recuerda a Schopenhauer, quien también sabía de estas cosas. En su estratagema 38 de la Dialéctica Erística nos aconseja que cuando el argumento ad hominem ha fracasado en el intento de ganar una discusión, pasemos directamente al argumento ad personam, es decir, a los moquetes y a los insultos.

Hay que tener algo de rastrero para insultar con sabrosura, aquí no entran las finuras ni las elegantes ironías que si bien ganan en demolición, pierden en contundencia expedita. En esta imagen se puede ver algo de esa contundencia ciudadana que no deja lugar a dudas de las intenciones del propietario respecto de quien ose allanar su propiedad:
¿A alguien le queda alguna duda de las consecuencias excrementicias por cruzar la valla? Lo mismo sucede en esta admonición estampada en una pared:
Las deposiciones parecen ser de suma eficacia a la hora de agredir, y si lo unimos a lo más sagrado y lo más vituperado que hay, que es la madre de uno, la cosa sube considerablemente de color: me cago en tu puta madre. A no descuidar el detalle de que no solo se está cagando uno en la madre del otro, sino que le está adjudicando profesión haciendo así triple el efecto del insulto. Estas imágenes las tomé de la espléndida página de José Antonio Millán.
No solo se encontrarán ahí varias y muy interesantes cuestiones de la lengua, sino también reflexiones sobre el arte de los insultos.

Hablando de putas, en la novela de don Artemio de Valle-Arizpe El Canillitas (para algunos la mejor novela picaresca mexicana), se dan los siguientes derivados de la palabra puta, gran parte de ellos, en total desuso: coima, gaya, pelota, pacatriz, perendeca, grofa, zurrona, maraña, mesalina, cantonera, pelleta, germana, coja, daifa, gordeña, piruja, quillotra, barragana, carcavera, baldonada, tronca, soleta, rabiza, maturranga, ganforra, leperuza, cojinete, mundaria, cotarrera, piculina, pendanga, gorrona, pellejo, manfla, pelandusca, huila, mueblito, pirul, piscamocha, espumosa, birlocha, ciricaténfora... Y ahí le paro, porque nomás elegí las más inusuales, pero hay más. Sin embargo el sucinto y tradcional "puta" parece ser el más eficaz. No me veo diciéndole al árbitro del partido "¡chingas a tu ciricaténfora madre!" ¿Y aquellos versos de don Francisco de Quevedo y Villegas? "Puto es el hombre que de putas fía/y puto el que sus gustos apetece;/puto es el estipendio que se ofrece/en pago de su puta compañía.

Ya se ve que el tema es muy complejo, largo, y que ni siquiera me he metido en la profundidad de la palabra chingar porque ahí me demoraría bastante, ni siquiera intenté meterme en los insultos en cada país de habla hispana, de los regionalismos, porque no soy filólogo. Pero sí quiero celebrar la existencia del insulto y la frase soez en las lenguas, como catártica forma de desalojo de malas vibras y malos espíritus. Así que a putear se ha dicho, pos qué chingaos.

sábado, junio 19, 2010

Bohío


Hace muchos años en una Feria del Libro de la ciudad de México, dedicada en esa ocasión, a Cuba, me introduje en el stand de los cubanos y tan solo cruzar el umbral ya lo armaban a uno de un vaso con ron y la música sonaba a todo. Hurgué en los libros, todos impresos por el Gobierno y bajo el consentimiento de Castro, así que por obviedad no había una gran variedad. Sí pude echar mano de un tomo de cuentos, ensayos y poemas de Lezama Lima, lo cual me extrañó porque Lezama no fue nunca bien visto por Fidel. Pero también adquirí un librito escrito por un periodista que usaba el pseudónimo de H. Zumbado (asumo que es pseudónimo). Uno de sus artículos cuyo nombre no recuerdo versa sobre el “bongó positivo y el bongó negativo”. El bueno de Zumbado determina que hay dos tipos de personas en este mundanal mundo, obviamente, las personas bongó positivo y las bongó negativo. Las bongó positivo son aquellas que a la audición fortuita o deliberada de una rumba, mambo o cualquiera de las muchas formas musicales cubanas, inmediatamente busca llevar el ritmo: con los pies, golpeando la mano en la pierna, con una pluma sobre la mesa, con la cabeza, con lo que se encuentre a tiro pues. Las negativo, por obviedad, son las que se quedan incólumes ante la audición de un danzón. No se les mueve ni un pelito de la nuca. Hay algo sanguíneo en eso, habemos personas que realmente desde muy dentro de nuestro cuerpo, sentimos la introducción al flujo intravenoso de unas buenas tumbadoras, con sus respectivos bongós, del piano, las maracas, el güiro, el cencerro, del tres o tresillo, un trombón, trompeta, saxofón, contrabajo… En fin, todas esas maravillas que conforman la música cubana. Yo tuve un tío, el inefable tío Alfredo, que era un bongó positivo irredento, ese hombre sí que se buscaba cualquier objeto para poder seguir el ritmo de la canción que estába escuchando.

El bongó positivo es toda una actitud ante la vida, según éste periodista cubano. Un irle danzarín al destino o un ir bailando hacia la muerte, como se prefiera ver. En alguna entrevista le escuché decir a Severo Sarduy que el cubano tiene  una tendencia innata  a lo sonoro y a lo rítmico. Qué hermoso que toda esa cadencia y sonoridad navegaran hasta Yucatán y Veracruz y terminaran inundando todo el país germinando muchos futuros bongós positivos que ahora chancleteamos en el parquet cuando escuchamos una guaracha. Cómo pueden quedarse impávidos los bongós negativos ante una guaracha del Sexteto Borínquen, o del trío San Juan, o ayyyy, una del gran Negro Peregrino, o aventurarse unos pasitos montunos escuchando un son del trío Matamoros. Cómo no terminar envolviendo la tristeza del vivir en canto, en ese guitarreo nocturno y dulce que es el bolero.

Pobrecitos los bongós negativos, tan torpes de ritmos, tan atrofiados de sensibilidades caribeñas y tropicales, tan insípidos en el noble arte de condimentar la vida con el encanto infalible de la música.

sábado, junio 12, 2010

El arte de no decir nada

No han faltado los intelectuales que tienen para sí como imagen del paraíso, una abundante biblioteca.

Otros van más allá y ven en una laberíntica biblioteca la imagen del cosmos.

Pienso en Borges y la biblioteca de Babel.

Michel de Montaigne, decide retirarse del mundanal mundo y se encierra en su biblioteca a leer y escribir una de las obras fundamentales del pensamiento occidental. Tenía 38 años.

Aby Warburg renuncia a su primogenitura y los privilegios que ésta implica, por la construcción de su imponente biblioteca que sigue aupando al prestigioso Warburg Institute.

Una librería puede ser la imagen de una biblioteca. Entro a El Ateneo sin ningún objetivo definido, simplemente ver libros. Hay veces que sé perfectamente lo que quiero, entro directo a buscarlo y puede suceder que esté ahí, o simplemente no lo encuentre. Hay veces que a pesar de saber lo que quiero, se me cruza en el camino lo impensado y termino encantado con eso. Entro a El Ateneo sin ningún objetivo definido. Hurgo, husmeo, hojeo. Un libro llama mi atención, pero no logro recordar cuál. Voy al inicio del primer capítulo. Noto algo curioso: el texto me resulta conocido. Voy a la primera hoja y efectivamente era el texto que pensaba: La actualidad de lo bello de Gadamer. Por uno de esos extraños eventos azarosos, hubo un error de impresión o encuadernación y pusieron equivocados la tapa del libro y el texto. Y lo fui a encontrar.

Una biblioteca podría ser una imagen del Cosmos y en algún lugar, debe de estar el Libro de Libros, el que contenga el catálogo completo de la biblioteca.

El califa Omar pronuncia, ante la biblioteca de Alejandría, uno de los argumentos más contundentes y de siniestra perfección que se hayan dicho jamás: "Si todos estos libros dicen lo mismo que el Corán, entonces son superfluos. Quémenlos. Si dicen cosas diferentes del Corán, entonces son blasfemos. Quémenlos."

Aby Warburg fue perdiendo la razón a la vez que erigía su biblioteca.

sábado, junio 05, 2010

Círculo

Hace mucho tiempo, éste fui yo:

Pasados algunos años, llegué a convertirme en esto:


En la apariencia, éste soy ahora:

Y algún día, dichosamente, espero ser ellos:

domingo, mayo 30, 2010

Semiótica de emergencia



No me gustan los galenos
. Su conducta con frecuencia tiende a la soberbia, de tal suerte que sí, efectivamente, a uno no le resta mejor alternativa que tornarse paciente. Y encima uno tiene que pagarle por ser paciente con él o ella. No hace mucho me vi compelido a acudir al hospital dado que respirar me estába empezando a costar mucho más trabajo del habitual, y como ya soy un señor mayor y ya desarrollé la facultad previsora (por no decir el cus cus a la parca), pensé que era más prudente apersonarme en el hospital antes de que me quedara sin respiración en el medio de la noche. Cualquier persona que haya tenido que ir a la sala de urgencias de un hospital habrá jurado, en algún momento de su estadía, no volver ahí bajo ningún concepto. Una sala de urgencias es más sórdida que una película de Ripstein. Ahí estába yo sentadito con toda mi obstrucción respiratoria, mi fiebre, mis escalofríos, mis mocos, y los ruidos del inframundo que salían por toda mi caja torácica y garganta, igualitos en acústica a los que emitía Linda Blair en el Exorcista cuando ya estába vomitada y sí, llena de mocos verdes. Por esa razón empecé a alucinar que la posesión demoníaca es en realidad un estado gripal muy fuerte (o a la inversa también) y que quizás tendría que haber pasado a la sacristía a dialogar con el cura en lugar de estar ahí. Finalmente llega mi turno y como era de esperarse me toca un médico arrogante, pero que tenía al menos la virtud de la atención. Escuchó concentrado mi descripción, de hecho, me exigió precisión en mi relato, y ahí ya me empecé a enojar. A todos los que me conocen saben que procuro ser siempre preciso en mi uso del lenguaje, pero con fiebre, sin oxígeno y el chamuco adentro, la gramática y la lingüística se pueden ir mucho al carajo. Pero también pensé en la semiótica médica, y en el difícil tránsito de los síntomas que tengo, al entendimiento del médico. Cómo explicar algo que quizás ni yo mismo logro definir, y no hablo solo de un cuadro gripal o una neumonía, sino cualquier otra sintomatología. Si yo le hubiera dicho al médico argentino "pues siento como si tuviera un tololoche en el tórax" no habría entendido mi metáfora. Si el paciente es una persona iletrada cómo va a hacer para darse a entender. La cuestión es que al doc no le convenció mi relato y hasta se dio el lujo de poner en tela de juicio que no pudiera respirar. Son de terror los médicos, casi que hasta eso se vuelve una disputa entre sofistas para ver quién se queda con el argumento final, o como un duelo verbal entre bugs bunny y el pato lucas: "que sí, que no, que sí, que no..." Hasta que me hizo una prueba llamada no sé cómo pero que mide la entrada de oxígeno a la sangre y me dio baja, entonces me dijo "sí te creo que te cueste respirar". De puro sádico dictaminó que me sacaran sangre, me inyectaran medicamento y me sacaran más sangre pero de la arteria, 3 piquetes de una sola sentada. La sacada de sangre pasó sin problemas, pero mientras se llevaba la jeringa la enfermera, cometió uno de esos pecadillos que a mi consideración, no deberían de suceder: me dijo "ahora te voy a sacar sangre de la arteria y eso sí te va a doler mucho". ¿Es necesario meterle ideas a uno? Considero que es mejor no decir ni fu ni fa y que cada quien experimente lo que deba experimentar, que el dolor también es asunto subjetivo. No me dolió ni la entrada ni la permanencia de la aguja, sino la salida y el apretón con algodón, ahí sí que me dolió. Y no contenta con eso, la enfermera tuvo el tino de romperme la vena cuando me picó por tercera vez para meterme el medicamento. Qué calamidad los hospitales, me resulta peor el remedio que la enfermedad. Lo único interesante fue que valoré la labor interpretativa que tienen que hacer los médicos para tratar de comprender lo que el paciente está tratando de explicar. Debe de haber descripciones de síntomas realmente divertidas, con el perdón de los enfermos.

*Quiero agradecer públicamente la diligencia de la enfermera Cecilia Delli Quadri, quien estuvo todo el tiempo al pie del cañón conmigo y sufrió un ingobernable ataque de risa cuando el médico me estába auscultando y me hizo repetir unas 17 veces en voz bien alta la palabra "treinta y tres".

domingo, mayo 09, 2010

Repeat after me

Podría empezar así: Señoras, señores, considero que la pulsión primordial del placer, es la repetición. Toda vez que el placer anhelado es consumado, lo primero en lo que se piensa o lo primero en que se afana la voluntad es en repetirlo. Un requisito es que el placer promisorio resulte genuinamente placentero a la hora de su consumación, porque bien puede venir a suceder que dicha promesa placentera le resulte desagradable a alguien, pero si se cumple la promesa, no hay nadie que no quiera repetirla lo antes posible. Más allá de la tendencia a evitar el dolor y procurar el placer, me parece que dicha repetición tiene que ver con el Tiempo. No sabemos lo que el Tiempo es, ni cómo es que funciona, ni cómo es que sucede, ni si sucede; si siempre ha sido o tuvo un inicio, si es una recta infinita o tiene curvaturas, si se repite o corre con las aguas como se supone que alguna vez dijo Heráclito. Lo que sí sabemos es que es irrecuperable, que el minuto que acaba de acontecer es tan insalvable como el minuto en que Sócrates bebió cicuta. Entonces una pareja, sin planeación y a tientas, hacen el amor por primera vez; y todo ha sido perfecto, todo fue tal cual lo imaginado, incluso superior (justo es mencionar que no siempre sucede así). Cuando están en la despedida quizás uno de ellos o ambos piensan e incluso dicen que ojalá se repita. Señoras, señores ¿no me es dable entonces conjeturar que ese afán de repetición tiene un componente de fijación del tiempo, de disecarlo? Porque lo que ambos buscan, en un plano muy profundo, casi abisal, es duplicar, centuplicar ese acto inaugural en toda su perfectitud. Por otro lado si la primera borrachera resultó ser jubilosa, festiva, o por el contrario, fue paliativa de la miserable vida que se vive, busca retenerse ese paliativo o ese júbilo, detener el tiempo repitiéndolo, hermosa paradoja poética. Sin embargo la repetición es un engañoso juego de espejos, de esos que nos reproducen casi hasta la infinitud y uno no deja de inquietarse al ver clonados a tantos yoes. Cada duplicado del espejo va siendo más y más pequeño. Lo mismo sucede con la repetición del placer. Su repetición, a la larga, deviene simulacro. Algo se desgasta, algo se pierde, algo se transforma, algo muere. La estratagema de disecar el tiempo no fructifica, pero deja una lección: el tiempo parece ser un devenir y ese devenir, erosiona, igual que el viento erosiona las rocas con una lentitud y paciencia ejemplares.

    El placer genera, básicamene, 3 tipos de adeptos: el abstemio, el moderado y el vicioso. Me da por pensar que el abstemio es aquel que elige vivir "fuera" del tiempo; el moderado vive "en" el tiempo y el vicioso se "devora" el tiempo. Pero los 3 se miran de reojo. ¿A cuál pertenecen ustedes? Gracias y buenas noches. 

miércoles, abril 28, 2010

Un espontáneo al ruedo

Debo a la lectura de dos textos de mi buen amigo Ivo Salazar (A las palabras no se las lleva el viento y por otro lado Las cosas pasan por algo... qué pasó antes) el que me ponga a coincidir con él en un asunto que vengo reflexionando hace algunos años ya: las frases hechas y los clichés. El buen Ivo dice con acierto que esas dos frases hechas en realidad son un absurdo porque no revelan ninguna verdad ni ningún conocimiento que sirva para algo provechoso. Si, ni duda cabe de eso, y es que la frase hecha en realidad viene a suplir la carencia de discurso que una persona tiene para que, cuando su idea se vea de pronto desválida y sin asidero, le surja un cliché de socorro del tipo "10 millones de personas no pueden estar equivocadas". Cuando alguien pretende convencerme de algo con el pseudo argumento de que x cantidad de personas no se pueden equivocar o que "todos piensan lo mismo menos tú, quién crees que tenga la razón", me dan ganas o bien de sacar una granada de mano y dejárselas en la mesa a todos los portadores de la verdad, o bien hacer como los monjes estilitas y subirme a una columna y no bajar jamás de ahí. Ya desde el siglo XVIII tenemos a Benito Feijoo haciendo lo mismo que Ivo y yo (obvio que Feijoo mi querido Ivo, con más oficio y rigor que nosotros dos), en un texto llamado "Del no sé qué", y arremete contra la frase hecha de "vox populi vox dei" diciendo (obviamente) que la verdad no es cosa de cantidades ni muchedumbres, y que la muchedumbre no solo no porta la verdad, sino que con frecuencia es el engaño y la mentira lo que difunden. La frase hecha viene a ser un depósito de los errores y supersticiones comúnes de las masas. En cambio el refrán es otro cantar. El refrán generalmente es metafórico e incluso alegórico, y eso lo dota ya de un pintoresquismo y sabrosura de la cual la frase hecha carece. "El que no conoce a Dios con cualquier barbudo se hinca", por citar uno de mis refranes predilectos. Creo que sirven también de aderezo a una reflexión, a una charla amena de sobremesa. Los escritores del siglo de oro español se sirvieron abundantemente de los refranes. La diferencia entre refranes y clichés se puede notar hasta en la circunstancia de que la gente a veces no entiende el significado de un refrán, en cambio con la frase hecha no hay pierde, es literal.
No hace mucho me enteré de que algunas personas estában hablando mal de mí. Al comentarlo con alguien me soltó una de esas inanes frases hechas: "tómalo de quien viene". En ningún momento se me ocurrió tomarlo de quien no viene, le respondí un tanto enfadado. Otra cosa hubiéra sido y mi cara habría brillado de alegría, si en lugar del cliché, me hubiéra dicho "a chillidos de marrano, oídos de chicharronero". Surtamos nuestro discurso de refranes y desterremos las frases hechas, que lo único que propician es la haraganería reflexiva. He dicho.

viernes, abril 16, 2010

Anomalías

Podría suceder que, en una reunión de esas donde confluyen no solo mujeres y hombres, sino bebidas y comidas, que a alguien se le dé por hacer un elogio, pongamos por caso, del matrimonio. No faltarán los adhirientes a la loa y por supuesto los opositores de semejante ocurrencia. Dos efectos sociológicos se pueden observar en ese tipo de debates.
El primero y quizás más sutil es el de que no todo lo que una persona afirma en el calor eufórico de una reunión es realmente lo que piensa (y mucho menos lo que hace), por lo tanto mal hará uno en tomarse muy a pecho la discusión y pretender convencer o ganar el pugilato verbal. Diversos motivos mueven a la gente para decir públicamente cosas que nada tienen que ver con sus genuinas acciones, pero quizás la más poderosa de esas razones sea la de disimular (o simular, según sea el caso), o sea la de instaurar en sociedad la imagen que alguien quiere que los demás se lleven a casa. Práctica vana que no conduce a nada bueno como no sea a la desdicha allá en soledad, allá donde lo que alguien verdaderamente es, emerge de los sótanos y alcantarillas como la noche de los muertos vivientes.
El segundo es el de catalogar de anormal a la persona que lleva la contra (porque, admitámoslo, los contreras son siempre minoría). Una persona lleva la contra públicamente a un aserto que todos parecen compartir por varias razones también, por aburrimiento, por cinismo, por provocación, por disimular (o simular, según sea el caso); sin embargo hay ocasión para que ese contrariar sea producto de la reflexión, del discernimiento. El que empieza a reflexionar con cierta aplicación, no tardará en empezar a discutir con la gente que le rodea. Pero ¿los que tienen homologado su pensamiento son normales y los parias que piensan diferente no lo son? Eso de la normalidad es concepto difuso y escurridizo. Sin embargo bien puede considerarse como normal a aquella persona que guarda y preserva las normas que rigen a su sociedad. Bajo ésta premisa, me percato que hay más gente normal de la que pensaba. Cierto que hay mucha gente con taras, extravagancias, rarezas, pero eso no hace anormal a nadie porque sus rarezas en nada modifican o desafían las normas.
Lo más aleccionador de esta brevísima reflexión, es que descubro que yo vengo a ser una persona rete normalita.

miércoles, marzo 24, 2010

Entre menos burros...


Dos personajes tuvieron una idea originalísima: escribir un libro tributo a los Beatles. No que esté mal re-pensar las ideas y hacer re-lecturas, recensiones; lo que me parece completamente innecesario, estéril y aburrido, es escribir un libro más de servil adulación fanática de un grupo que si algo le sobra, son zalameros. The Beatlend se titula el librito. No es necesario fumarse completas las 279 páginas (para el asunto que tratan, es un exceso) para darse cuenta que nada aportan a la larga lista de lugares comúnes que sobre los Beatles se ha escrito desde hace un buen rato ya.

Lo que sí llamó mi atención y me tuvo muy divertido algunos minutos, fueron los comentarios que los dos autores hicieron al diario Página 12. Uno de ellos, un tal Fernando Blanco, se mandó la siguiente culta intervención: "Para mí, Los Beatles son comparables sólo con el discurso del método de Descartes o con la aparición de Chaplin, que generó un Hollywood pensante y, podríamos decir, medianamente revolucionario."

Admito que leí dos veces la declaración porque a la primera como que no lo creí, como que mi sentido común se negó a creer lo que estaba leyendo y decidí releer para ver si algo de broma había ahí. Pero no, nada de broma, fue muy en serio, y precisamente porque fue en serio, me empecé a reír mucho. Entonces el otro, un tal Sergio Marchi, como para no declinar en erudición, acota lo que sigue: "Dalí, Picasso, Borges: sólo ellos han construido obras tan fundamentales, pero todos antes de Los Beatles."

¿Se puede ser tan burro? Basta leer esas declaraciones para darse cuenta de que estos dos muchachitos son maquinitas de reproducir clichés. Cuando alguien proclama, así como para hacerse el interesante, que Dalí fue un genio, lo único que deja de manifiesto, es que la pintura no es precisamente su fuerte, que solo está repitiendo un lugar común construido muy hábilmente por el propio Dalí. Ya quisiéra yo que uno de esos cientos de incautos me argumentaran por qué fue un genio. Lo del Discurso del Método ni siquiera merece un comentario ni una ironía, habla por sí solo. Siguieron diciendo sandeces del mismo tenor, pero no vale la pena darles espacio aquí, bastante con que hayan salido publicadas en un periódico relevante.

A mí me gustan los Beatles, pero no me enajeno pretendiendo magnificarlos desproporcionadamente a alturas absurdas y sobre todo, cerrando los ojos ante la cruda realidad de que así como hicieron grandes cosas, son responsables de muchas de las más espantosas, estúpidas y ridículas canciones de la historia del rock. De hecho, los Beatles son responsables también de muchos de los fans más idiotas, retrógados y anacrónicos del orbe.

miércoles, febrero 17, 2010

3 stages of a day


At the airport without sleep with dark glasses so the eyes can remain close

Eating "cebiche" at Lima's airport

The first glorious tacos, with ugly taco face

sábado, febrero 06, 2010

Topoi

Creo que es de cualquiera sabido que la palabra "tópico" se refiere al lugar común, al cliché y al estereotipo. Y es eso, el tópico, una de las cosas que más abomino en la vida. Con estono quiero dar a entender que yo no tropiezo en muchos lugares comúnes, pero intento mantenerme alerta para evitarlos. Y no se trata de un simple capricho por no caer en el lugar común para hacerse el "interesante" o el "original", es simplemente que el lugar común es el lugar por excelencia del error y la superchería. Cuando una persona empieza a hacerse preguntas y empieza a desarrollar la pericia para responderlas y analizarlas, se da cuenta bien rápido de que sus conclusiones van a empezar a diferir de las de la mayoría. El lugar común, de hecho, se instaura para no pensar, es solo para ocuparlo, para ser uno "pensado" en lugar de ser uno el que piense. Ortega y Gasset dice en el prólogo a "El collar de la paloma" que: Nadie puede tener las mismas ideas que otro si, de verdad, tiene ideas.
Los que me conocen bien han tenido que soportar mi tendencia a llevar la contraria y han llegado a pensar, que es por molestar que lo hago. No niego que sí, que me gusta molestar un poco, pero esa no es la razón genuina, lo hago porque me gusta reflexionar. Aunque alguien me afirme algo que yo mismo creo, voy a llevarle un poco la contraria pero para que se inicie la reflexión y el escrutinio. Ahora que si alguien me llega a decir que el matrimonio es lo mejor que le puede suceder a una persona, es imposible no esperar un contraargumento de mi parte y una cordial invitación a que me exponga, con argumentos, el por qué de su dominguera afirmación. Odio a todos aquellos que dicen que "Da Vinci era un genio", que "Dalí era un genio", que Frida Kahlo "una artista talentosísima". Frida Kahlo fue una pintora más bien mediocre que lo mejor que le pudo haber pasado (para efectos de su popularidad) fue haber tenido un accidente en un tranvía y haber sido pareja de Diego Rivera (alguna vez leí a un periodista exclamar lastimeramente "¡Frida, por qué no te moriste en el accidente!" Pero la masa, el cliché y la ignorancia por supuesto, han querido hacer de Frida un emblema del arte mexicano y de la liberación femenina. Si le rasca uno un poquito nomás, vislumbrará que en el fondo es todo un gran negocio en realidad. Dalí no era genio. Ni estába loco. Dalí era un gran y admirable hombre de negocios, un gran publicista que hizo de su nombre, el más lucrativo de sus productos. La historia del arte podría prescindir de él y no se notaría la ausencia. Muchos de los cuadros de Dalí no pasan de ser pósters efectistas para adornar vulcanizadoras. Le gustó jugar con el hábito de autoproclamarse genio (haciendo una mediocre imitación de Nietzsche quen sí estába loco y también se autodefinía como genio en el Ecce Homo. No hay que olvidar que el propio Dalí confesó que se dejó crecer sus bigotes de la manera que todos conocemos en contraposición a los de Nietzsche), con tal eficacia, que toda una legión de neófitos creyó y sigue creyendo que realmente lo era. No sé si Da Vinci fue un genio. Con tanta obra inconclusa que dejó se puede tornar difícil la apreciación. Pero una de las cosas que le admiro, es que gran parte de sus finas observaciones de la naturaleza y sus aportes a la historia natural, fueron hechas precisamente para contradecir las creencias comúnes de su época, para derrocar los clichés. Si supiera que las futuras generaciones lo convertirían en un lugar común... La moraleja aquí es sencilla: la verdad no es un asunto cuantitativo, sino cualitativo, y que nos pretendan convencer de algo aduciendo que "10000 personas no pueden estar equivocadas" es una soberana estupidez porque no sólo sí pueden estar equivocadas, sino que es casi seguro que lo están. La cosa se trata solo de abrir bien los ojos y aprender a no dar por sentado todo. Hay que ser contreras más a menudo.

sábado, enero 02, 2010

De las afinidades

En septiembre de 1567 se supone que tiene lugar el encuentro de Santa Teresa de Jesús con San Juan de la Cruz. Qué par de personajes reunidos para dialogar sobre causas comúnes. Hace algunos años, cuando leí el Libro de la Vida de Santa Teresa y me enteré de que había tenido (creo) un par de encuentros con San Juan, me tratába de imaginar dichos encuentros, y pensaba que cuán maravilloso habría sido presenciarlos, porque de dos espíritus tan nobles, no podrían surgir sino altísimas conversaciones. Pero ahora que lo vuelvo a evocar, ya no pienso de la misma manera. ¿Y si no eran buenos conversadores? ¿Y si ese día alguno de los dos no estába del mejor de los humores, o tenía hambre, o cansancio, o simplemente con poca inspiración para la charla? O quizás, no había "química" entre ellos para la plática y sus conversaciones eran más bien solemnes y aburridas. Por supuesto que pudo suceder también que hayan sido magníficas y ejemplares, pero la realidad es que pudo suceder cualquier cosa. Pascal y Descartes también tuvieron un encuentro y en su momento pensé lo mismo, que daría cualquier cosa por haber estado ahí. Pero quién sabe en la realidad si valió la pena dicha reunión, empezando porque Descartes ya estába algo avejentado y enfermo. Está el famoso encuentro de Mozart y Beethoven y se pueden sumar docenas de reuniones entre grandes hombres o mujeres de los cuales podría uno esperar (o imaginar), que fueron encuentros inolvidables. Pero la realidad es que no se puede saber, que la imaginación gusta de fabricar todo tipo de exaltaciones. La realidad es que no se puede saber ni predecir qué personas van a sentir afinidad. En algún lugar Borges cuenta que un grupo de personas (incluido él) estában empecinadas en presentar a Macedonio Fernández y a Xul Solar porque consideraban que eran almas afines, casi gemelas, y que dadas sus originalísimas e interesantísimas personalidades, no podría resultar otra cosa de ese encuentro más que magia pura. El encuentro tuvo lugar y con él, el desencanto. Al parecer Macedonio y Xul se ignoraron olímpicamente y solo intercambiaron el saludo y la despedida. Algo misterioso opera en las afinidades. Por eso me he enfadado mucho cuando alguna vez le he solicitado a alguna amistad (generalmente femenina) que me presente a alguien y me responda que no porque "no soy su tipo". "Y cómo puedes saber que no soy su tipo", he replicado yo con vehemencia, "porque la conozco", ha sido la absurda respuesta que me han dado. ¿Qué sabe uno de lo que pueda operar dentro de dos personas cuando se conocen? Puede no pasar nada, o puede pasar todo, así de sencillo, y es impredecible. Pareja situación ocurre cuando se encuentran dos grandes personalidades, puede surgir auténtica magia, o pueden neutralizarse por completo, y por una interminable cadena de circunstancias que van desde lo fisiológico, hasta lo ambiental. Jodorowski afirma que tuvo una reunión con Carlos Castaneda (a saber si es verdad) y que se interrumpió porque a Castaneda le vino una diarrea súbita. Por eso cuando vi aquella gran secuencia de la película de Jim Jarmusch "Coffee and cigarettes", donde tiene lugar el encuentro de dos leyendas del rock: Iggy Pop y Tom Waits. Y resulta que tienen muy poco para decirse salvo trivialidadesde sobremesa, uno que otro comentario venenoso y el final enfado de Tom Waits porque Iggy Pop parece insinuarle que necesita un baterista profesional. La secuencia me resulta genial, no solo porque amo a Tom Waits con todo mi corazón, sino porque evidencia cómo dos grandes personalidades no necesariamente van a producir grandes conversaciones. Lo mejor que puede hacer uno es desprejuiciarse y conocer toda la gente que pueda sin ideas preconcebidas.