sábado, julio 10, 2010

De la insania


En charlas de borrachera o en revistitas de adolescentes no falta la pregunta ociosa de ¿Qué 10 libros te llevarías a una isla desierta? ¿No es más sencillo preguntar cuáles son los 10 libros de nuestra predilección que armar un contexto bobalicón como el de la isla? En alguna borrachera me preguntaron sobre las 10 películas que me llevaría a la dichosa islita (asumo que en la inhóspita isla hubo alguna vez humanos realizando la instalación eléctrica pertinente porque de otro modo no sé cómo voy a ver mis 10 peliculítas). De aquella lista dada hace ya muchos años al día de hoy han variado mis 10, pero hay una que permanece inamovible: Brazil. No voy a hablar de la película, solo del final. El final feliz de la película es un hombre que se vuelve loco. Sí, eso es un feliz final. Sí, la locura puede ser una opción feliz. ¿Uno opta por ser loco? Ese es el quid de la cuestión, el preguntarse e intentar responderse si la locura podría llegar a ser un acto de la voluntad.

Conozco innumerables personas que gustan de decir "no es que yo estoy bien loco"... Alguna vez no me quedé con las ganas y a quien me informó de su fingida locura le dije que no, loco no es lo que precisamente eres, sino imbécil, que no son la misma cosa. Se da por tomar "locura" por irreverencia, rebeldía, inconformismo, extravagancia. Pero lo más risible es que quienes se autonombran locos porque se sueñan irreverentes, no son ni lo uno ni lo otro, sino simples y lastimosos pobres diablos. Yo aquí hablo de genuina locura, insania, ruptura total con la realidad. El personaje de Brazil sueña. Sueña todo el tiempo. Sueña con una mujer, sueña que es un héroe blandiendo su espada en defensa de esa la mujer de sus sueños. La mujer de sus sueños existe pero desde que la conoce empieza ya a perderla, se le escapa, se le diluye precisamente como el recuerdo del sueño cuando empieza uno a abrir los ojos y quiere infructuosamente retenerlo y se desvanece. Ante la realidad de que la mujer de sus sueños ha sido asesinada por un régimen despótico y él es torturado, elige perderse en un sueño, en el de que todo en realidad está bien, de que todo salió perfectamente y él está con la mujer de sus sueños viviendo en un lugar apartado e idílico lejos de ese asfixiante mundo dictatorial y de burocracia asfixiante.

Creo que fue Cortázar quien tuvo la brillante intuición de decir que la locura es un sueño que se fija. En el final de Brazil es exactamente eso lo que sucede, el personaje enloquece porque se queda fijado habitando un sueño, se va, abandona la realidad en aras de un sueño que la supla. Y es feliz. La expresión del rostro de Jonathan Pryce es de una ambigüedad y maestría que me fascinan. Ambigüa porque sonríe, feliz de permanecer en el sueño, pero sus ojos húmedos lloran. Desencanto y felicidad todo junto, cordura (en los ojos) y locura (en la sonrisa) conviviendo simultáneamente.

Debe de existir la forma, inexplorada aun, pero no por inexplorada inexistente, de elegir una imagen, un punto de nuestra vida pasada, o imaginaria, o soñada, en el que nos podamos asentar, colocar, insertar, y quedarnos ahí para el resto de nuestra vida, idos, chalados, chiflados, piantados, felices, sin que nada, nunca más, importe.

Yo ya tengo esa imagen. Es un sueño que tuve hace unos 7 años de un cierto viaje en globo. Ahí es donde elegiría fijarme.

3 comentarios:

  1. mi sueño es que regreses a México, y nunca más vuelva a perderte :)

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  2. hermoso comentario de vb!!! saludos carnal

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  3. Hey! thanks a tonne... And constant travelling for last months did not permit me to blog due to various reasons... But don't worry, I wont be disappearing soon! :D atleast threee months now! You'll have my feeds! Take care.
    Love and peace to you.

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