sábado, junio 12, 2010

El arte de no decir nada

No han faltado los intelectuales que tienen para sí como imagen del paraíso, una abundante biblioteca.

Otros van más allá y ven en una laberíntica biblioteca la imagen del cosmos.

Pienso en Borges y la biblioteca de Babel.

Michel de Montaigne, decide retirarse del mundanal mundo y se encierra en su biblioteca a leer y escribir una de las obras fundamentales del pensamiento occidental. Tenía 38 años.

Aby Warburg renuncia a su primogenitura y los privilegios que ésta implica, por la construcción de su imponente biblioteca que sigue aupando al prestigioso Warburg Institute.

Una librería puede ser la imagen de una biblioteca. Entro a El Ateneo sin ningún objetivo definido, simplemente ver libros. Hay veces que sé perfectamente lo que quiero, entro directo a buscarlo y puede suceder que esté ahí, o simplemente no lo encuentre. Hay veces que a pesar de saber lo que quiero, se me cruza en el camino lo impensado y termino encantado con eso. Entro a El Ateneo sin ningún objetivo definido. Hurgo, husmeo, hojeo. Un libro llama mi atención, pero no logro recordar cuál. Voy al inicio del primer capítulo. Noto algo curioso: el texto me resulta conocido. Voy a la primera hoja y efectivamente era el texto que pensaba: La actualidad de lo bello de Gadamer. Por uno de esos extraños eventos azarosos, hubo un error de impresión o encuadernación y pusieron equivocados la tapa del libro y el texto. Y lo fui a encontrar.

Una biblioteca podría ser una imagen del Cosmos y en algún lugar, debe de estar el Libro de Libros, el que contenga el catálogo completo de la biblioteca.

El califa Omar pronuncia, ante la biblioteca de Alejandría, uno de los argumentos más contundentes y de siniestra perfección que se hayan dicho jamás: "Si todos estos libros dicen lo mismo que el Corán, entonces son superfluos. Quémenlos. Si dicen cosas diferentes del Corán, entonces son blasfemos. Quémenlos."

Aby Warburg fue perdiendo la razón a la vez que erigía su biblioteca.

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