jueves, agosto 27, 2009

Mictlantecuhtli




Me estoy mirando en el espejo del baño. Considero que mi cara está sucia, así que me la desprendo y la pongo debajo del chorro de agua del lavabo y la empiezo a limpiar. Con el cepillo de dientes le quito algunas manchas de la frente. De pronto noto que la cara (mi cara) empieza a palidecer. Me asusto. Me apresuro a ponérmela de nuevo y al ponérmela (la sensación de ponérmela es tan inolvidable como inefable), vuelvo a ver mi cara en el espejo y está completamente lívida, yerta, exangüe. Entonces me despierto sumamente agitado y, creo, gritando.

Estoy a orillas del Brahmaputra. No sé cómo, pero sé que es el Brahmaputra. Hay cientos de personas, quizás miles. Huele raro, hablan un idioma que desconozco (¿cómo puede la mente producir un idioma desconocido por ella, cómo puede fabricarlo?) Camino chocando con la gente evitando mirar al río, no sé por qué no quiero mirarlo aunque sé que es el centro de todo, el punto medular de todo. Entre cientos de rostros desconocidos y palabras extrañas, me encuentro con una cara conocida, una cara que significó mucho para mí. No entiendo qué hace ella ahí, vestida de un modo extraño y mirándome de un modo como nunca jamás me miró. No me dice nada, solo me señala el río. Miro y veo que hay por todos lados flotando restos humanos. Siento una aprensión. Me da por mirarme las piernas y el torso y noto que no me veo, que no existo. Entonces despierto sumamente agitado y gritando.

Hay algo siniestro que me acomete en mis sueños que me persigue desde la adolescencia, pero hay algo que me atrae de esa persecución, algo de ese hálito siniestro que me fascina. Supongo que por eso me gusta el cine de David Lynch, creo que cada que me tiendo en mi cama estoy como aquel pobre personaje atormentado de aquel cuadro de Fuseli. Supongo que mis pesadillas me seguirán durante toda la vida y de hecho no quiero queme abandonen, no quiero que algún psicólogo brillante me las cure, no vaya a ser que me priven de la inquietante experiencia de mirar el costado tenebroso de la mente, cuando todo lo que nos es familiar, deja de serlo para mutar en algo estremecedor.


3 comentarios:

  1. siga soñando bolú. Pero cada tanto mándese uno erótico.

    ¿cuándo echamos unos alipuces?

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  2. octavo noveno decimo26 de noviembre de 2009, 14:23

    Pués si tus pesadillas son el resorte que hacen retumbar mi corazón y volcarlo de fascinantes sensaciones cada vez que te leo, ¡que tu vida sea una pesadilla!

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